Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Bullying, la epidemia del siglo

En la puerta del baño de la legendaria escuela, años tras años distintos alumnos quedan inmortalizados. Nombres y adjetivos se suceden:“Pedro maricón”, “Andrea prostituta”, “José,  cuatrojos” son algunas de las leyendas que se cubren algún día con una mano de pintura, pero que quedan como una marca indeleble en la mente del damnificado. ¿Qué es el bullying? ¿Es una grave problemática minimizada? ¿Solo padece consecuencias la víctima?

 Bullying o acoso es un vocablo de origen anglosajón acuñado por el noruego Dan Olwes en 1973 para definir el comportamiento de los que maltratan sistemáticamente a otro mediante abuso de fuerza, de autoridad o de superioridad social o intelectual. El término inglés deriva de “bully”, que significa “abusón o matón”. Según la Organización Mundial de la Salud, la violencia entre pares es la epidemia del siglo XXI. Este fenómeno aumenta considerablemente y las modalidades se van diversificando, pues cuando se manifiesta a través de las redes sociales se lo define como “ciberbullying”.

Concebido como un problema complejo, multicausal, no puede ser delimitado por fronteras geográficas, clases sociales, niveles educativos, edades, religiones o etnias; está atravesado por factores políticos, históricos, económicos, culturales, educativos y familiares.

 Si bien la escuela y dicha problemática han convivido casi históricamente, en la Argentina cobra relevancia recién en la última década, surgiendo así los primeros estudios sistemáticos y las estadísticas confiables. Agresiones, intimidaciones y amenazas nacen junto con la institución misma; niños, adolescentes y bullying son el centro en obras de la literatura y el cine. Series de TV también describen las experiencias de estudiantes dentro del ámbito escolar; y, muchos adultos, del mismo modo, evocan con angustia tales vivencias en su paso por la escuela.

Hablar de bullying generalmente nos remite a conflictos minimizados por los adultos, que de prestarles la atención oportuna evita males mayores; minimizada, ignorada o eludida la violencia traducida en distintas acciones casi siempre enciende una luz de alarma solo cuando toma dimensiones extremas puesto que mientras el acoso es percibido y significado como normal, máxime si no provoca lesiones físicas, sigue siendo invisible, silencioso ante los ojos de adultos que deben responsabilizarse y comprometerse.

 Diferentes investigaciones revelan que el bullying genera consecuencias y daños psicológicos a corto, mediano y largo plazo, dependiendo las características que asuma y el nivel de gravedad, tanto para la víctima, el victimario como el espectador. Personas que en distintos momentos históricos fueron “blancos” muestran mayor susceptibilidad a padecer problemas sociales, de aprendizaje, psicológicos durante mucho tiempo incluso irreversibles.

 Dice el proverbio chino que “cuanto más grande es el caos más cerca está la solución”, pero la misma no llega por arte de magia, que persista o se genere un cambio es responsabilidad de adultos e instituciones. Fundar espacios para transitarlos desde y con las palabras es el primer paso pues, como dijo Hannah Arendt, “el mundo no es humano por el simple hecho de estar hecho por humanos, y no se vuelve humano por el simple hecho de que la voz humana resuene en él, sino solo cuando se ha convertido en objeto del discurso. Solo humanizamos lo que está sucediendo en el mundo y en nosotros cuando hablamos de ello, y es al hablar que aprendemos a ser humanos”.