Con poco tiempo para pensar

Redacción de La Nueva.

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Anoche me fui a dormir con las luces de Navidad y Año Nuevo en mi cabeza. Pasaron 15 días pero todavía no puedo recuperarme de la nostalgia de las Fiestas.

Me pasa todos los finales de año. Espero la fecha con alegría. No me molestan los preparativos previos. No me molesta la adrenalina de la celebración inminente. Me gusta. Lo disfruto.

Después el bajón. Ya no habrá mucho que hacer a la noche. Ya no habrá que buscar una linda camisa. Ya podremos estar así nomás. No me conforma.

Esos días, envuelto en intentar que nadie note mi tristeza por los que no están y en alguna copa de más, lo sobrellevo.

Pero anoche caí. Ya no están algunos de esos que estuvieron en otras Fiestas. O están pero ya es más difícil que nos juntemos.

Vendrán unos días de preguntarme a dónde voy, qué hago de mi vida, por qué corro tanto, si le doy valor a lo importante...

Hasta que no tenga más tiempo y lo use para dormirme de tanta carrera. Sin tiempo para esas preguntas porque tengo que correr. Sin tiempo porque no tengo que perderlo.

Hasta que otro enero me vuelva a las reflexiones. Y hasta que me diga a mí mismo: “No pierdas tiempo, es así”.