Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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José Zega, una historia a medida

A los 100 años, sigue trabajando en su taller de Alvarado al 500. ¡Mirá el video!
“Tuve muchas novias, pero las dejé a todas para ayudar a mi familia”, dice José Zega. Fotos: Miguel González-La Nueva.

Por Maximiliano Palou / mpalou@lanueva.com

--Ya no quedan sastres.

José Zega abre la puerta de su sastrería, la misma de su casa. Saco y pantalón grises, corbata azul, camisa blanca, zapatos negros, reloj... IMPECABLE a los 100.

--Nací en Pensilvania -sorprende.

--¿Cómo?

--Sí, mi papá (Antonio) y mi mamá (Germania) se fueron de Italia a los Estados Unidos pero no a pasear, a trabajar.

--Ya no quedan sastres.

José se sienta frente a la Singer, y habla con el fotógrafo.

El largo mueble de madera aguanta tijeras de todos los tamaños, 5 planchas, hilos de todos los colores, gillettes, agujas, alfileres comunes y de gancho, carreteles vacíos.

--Hago algunos arreglitos... Cuando me traen algo grande se lo paso a algún taller --dice.

José se levanta a la hora que quiere: a veces muy temprano, a veces un poco más tarde, aunque siempre se acuesta a las 20.45.

--¿Y en cuánto se duerme?

--Enseguida.

No mira televisión porque “no se puede. Si no hay nada lindo. Miro un poco cuando como, nada más”.

--¿Y qué come?

--Fideos. Mirá.

Abre el aparador y muestra más de 20 paquetes de tallarines, mostacholes, tirabuzones...

--¿Solamente fideos?

--Sí, 3 veces al día. La familia que vive al lado me trae polenta y como eso a veces, pero nada más. Ah y aloe vera.

--¿Aloe vera?

--Sí, todos los días me como varias hojas chicas o algunas grandes. Es fabuloso. También 5 naranjas. Y siempre me tomo varios café.

--Ya no quedan sastres.

Cuando tenía 5 años, sus padres decidieron volver a Italia porque la Primera Guerra Mundial había terminado, pero los Estados Unidos cerraron las fronteras y tuvieron que cambiar el rumbo: así apareció la Argentina. Primero vinieron los padres y a los 19 se vino él, en 1933.

--¿Y cómo se hizo sastre?

--¡Ah! Cuando tenía 9 años empecé a estudiar en una escuela de Ascoli Piceno. Iba de lunes a viernes y los sábados y domingos volvía a mi casa. Le hacía trajes a los campesinos para ir aprendiendo.

Su madre le dijo: ¿fraile o sastre? Y le contestó sastre.

--A la Argentina llegué en el barco a Buenos Aires y me vine a Bahía en el tren.

Antes, y gracias a alguien que entendía italiano y castellano pudo comer algo en un restaurante donde hacían comidas parecidas a las de Italia.

--Todavía me acuerdo de todo el campo que vi en el viaje de Buenos Aires a Bahía. En la estación me esperaba mi padre. Nos reconocimos pese al tiempo que había pasado sin vernos. Papá enseguida me hizo un contacto con unos italianos que tenían un taller de sastrería en la esquina de San Martín y Belgrano.

Después cambió a una de calle O'Higgins porque “me pagaban más”. Y tras eso se animó a abrir la sastrería propia en Zelarrayán 509.

--Al mismo tiempo vino el sastre de Gath y Chaves a pedirme que lo reemplace porque estaba enfermo y le habían recomendado que se fuera a Mendoza, pero yo tenía mucho trabajo. Igual empecé por 3 meses y me quedé 18 años. Y al mismo tiempo seguía con mi taller.

Puso una sola condición: no hacer ojales.

--Una vez, haciendo ojales, se me nubló la vista y no veía. Y pensé que me iba a quedar ciego de joven.

A los 100 años sigue haciendo arreglos sin lentes.

--¿Siempre solo, José?

--Sí, es que me fue muy bien con las mujeres.

--¿Cómo?

--Tuve muchas novias, pero las dejé para ayudar a mi familia. Yo creo que ellas me quisieron mucho. El otro día una me propuso matrimonio en la cola del banco, ja, ja, ja.

En una de las paredes de su casa hay fotos viejas. En una de ellas, José con una chica.

--Ella tenía 15 y yo 29. Venía a aprender el oficio...

--¿Y?

Silencio de caballero.

Nos despedimos y vuelve con su frase:

--Ya no quedan sastres.

--¿Es una crítica a las actuales confecciones?

--No ¡Es porque me traen trabajos a mí que tengo 100 años!