Un oasis a un paso del mar

David Roldán

droldan@lanueva.com

Ningún otro lugar, seguramente, estaba mejor elegido que el que tiene el Parque Miguel Lillo, en Necochea.

Es que está a un paso de la extensa playa atlántica.

¿Qué significa esto?

Pues que representa el refugio ideal, no solo para aquellos días en que el tiempo no acompaña, sino en los que prometen como fantásticos y, de pronto, un cambio de viento o la combinación de nubes que presagian una tormenta, prácticamente nos obliga a marcharnos de la arena y las olas tan próximas.

Es ahí cuando la jornada de playa se transforma en una tarde de entretenimientos diferentes para los más chicos y de una ronda interminable de mates para los mayores.

Debajo de un manto verde tejido por arboledas que abrazan el paso de los años y nos protegen del frío o nos cobijan de los rayos del sol.

Lentamente irán pasando las horas y lo que parecía negativo se transformará en positivo para todo el grupo.

Se sumarán risas infantiles y conversaciones de los adultos que ya no tendrán, por delante, la inmensidad del océano, sino la intensidad de la naturaleza transformada en plantaciones fantásticas.

Casi único,el Parque Miguel Lillo representa un lugar soñado para los que viven cerca, pero más para los que llegan desde lejos.