Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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De Lampedusa a Tinelli (bailar para que nada cambie)

Escribe Daniel Zolezzi

“En la civilización del espectáculo, el intelectual solo interesa si sigue el juego de la moda y se convierte en un bufón” (Vargas Llosa,

La civilización del espectáculo).

I.- También los políticos creen que deben prestarse al juego de la moda, convirtiéndose en bufones. Claro que un resto de astucia podría advertirles que, cuando la moda es el mal gusto y lo soez -en otras palabras, el programa de Tinelli-, una ausencia oportuna puede ser más redituable que un papelón en el aire.

II.- Los tres candidatos con más intención de voto, se prestaron con sus esposas a participar del deplorable engendro. Y la pregunta surge tan pronto como la respuesta: ¿qué puede cambiar después de octubre? No mucho.

III.- La presidenta criticó la superficialidad de sus posibles sucesores, obviando, claro está, el aire de diva mediática que nos depara en sus unipersonales por cadena nacional. Ocasiones que aprovecha, a menudo, para humillar a sus partenaires. Hace poco dijo -a voz en cuello- que las decisiones económicas las toma ella y no el ministro del ramo, como si la Constitución dijera lo contrario (Kiciloff, sonriente, aplaudía).

IV.- La que alzó su voz con toda razón fue la Conferencia Episcopal, que deploró la trivialización de la política. Pena que su condena se amortigüe, a los ojos de la sociedad, por la sonriente recepción que el Papa Francisco brindó -no mucho tiempo atrás- al acomodaticio animador de TV (yerro grave, sin duda, de la diplomacia vaticana).

V.- En el libro citado más arriba, Vargas Llosa señala que no “es casual que, así como en el pasado los políticos en campaña querían fotografiarse y aparecer del brazo de eminentes científicos y dramaturgos, hoy busquen la adhesión y el patrocinio de los cantantes de rock y de los actores de cine, así como de estrellas de fútbol y otros deportes”.

VI.- Nuestro país mejoró la marca; hizo de cantantes y deportistas, gobernadores y presidenciables: Palito, Reutemann, Scioli. Vigentes los dos últimos, así con Menem como con los Kirchner. No es todo: Miguel del Sel puede llegar a sentarse en el sillón que fue, entre otros, de Estanislao López, de Nicasio Oroño y de Luciano Molinas.

VII.- Volviendo a los presidenciables, su inconsistencia no sería tan grave si atravesáramos un período próspero -de los que han dado en llamarse “de piloto automático”- en los cuales, con el respaldo de un gabinete razonable, basta con hacer equilibrio.

VIII.- Pero estamos en las antípodas: endeudados, en recesión, con mafias más fuertes que la ley y con un Estado cuyos poderes han sido invadidos por corruptos y “militantes” -condiciones, ambas, que suelen aunarse-. No es tiempo para bailar por un sueño presidencial.

IX.- Tiempo sería, sí, de comprometerse a investigar y castigar la corrupción, a purgar al Poder Judicial de quienes la toleran o la practican, a sanear la administración de incompetentes y a devolver al pueblo la seguridad que merece.

X.- El gobierno actual se irá, seguramente, para no volver. El problema es menos su posible retorno, que la falta de quien, al sucederlo, sea capaz de medidas tan simples y necesarias como las mentadas en el párrafo anterior.