Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Una rémora del desarrollo

Escribe Tomás Loewy

La provincia de Buenos Aires representa, emblemáticamente, todas las distorsiones y asimetrías que un solo distrito puede acumular. Además, por más de un motivo, luce como un país dentro de otro: ergo, nada de lo que pase allí será neutro para el resto. No es que el “resto”, o lo que suelen llamar la ‘Argentina profunda’ esté exento de problemas serios: en ningún caso, empero, califican como unidades inviables y vinculantes a todo el país.

Al respecto, repasemos unos pocos indicadores para aseverar lo dicho.

1.- El tamaño de la provincia es inusual y excesivamente grande, aun para la Argentina.

2.- La cantidad y densidad de población rural y urbana, asimétrica y polarizada, desafía la racionalidad de cualquier ordenamiento territorial.

3.- La interacción del conglomerado “gran Buenos Aires” con el complejo “Capital Federal-La Plata” se potencia, negativamente, en el ámbito nacional, en la propia megalópolis y en el resto de la provincia.

4.- La mantención periférica de la capital en una megaprovincia, con alta heterogeneidad ambiental y social, es un detalle sintomático de que nada se quiere cambiar.

5.-Institucional y políticamente, algunos pocos partidos del Gran Buenos Aires detentan la capacidad, altamente manipulable, de definir elecciones provinciales y nacionales.

Este cóctel simplificado otorga, a la provincia más rica y extensa, inviabilidad técnica, social, institucional y económica. Los costos de ocultar y/o ignorar este “enclave contra natura” son cuantiosos y exceden largamente el propio territorio.

No es el objetivo de este articulo, cualitativo y provocador, demostrarlo aquí en forma rigurosa y cuantitativa. Mencionaré, no obstante, altas ineficiencias energéticas y administrativas, asignación altamente sesgada de recursos, tratamiento indiferenciado de territorios rurales dispares, degradación institucional y política por captación de votos, migración compulsiva por falta de políticas o autonomías regionales y mayor tasa de accidentes viales, entre otros.

Mientras tanto, los que siguen hablando de la provincia como la “locomotora” del país (siempre potencial) se afanan, “más activos que nunca”, en promover los juegos de azar con un empeño digno de mejor causa. Cuando un país ejerce esas paradojas, por llamarlas de alguna manera, dependerá de los avatares del precio de la soja o el petróleo, para apenas hacer crecer el PBI, pero no para desarrollarse o depender de sí mismo.

Frente a este panorama, con antecedentes históricos muy consistentes, no es ociosa la pregunta de por qué este tema no figura en la agenda publica, privada, mediática o política.

Aunque hay una batería de factores condicionantes, además del ocultamiento deliberado, debo puntualizar al menos dos razones: a.- cualquier modificación de este entramado afecta potentes intereses económicos y políticos de amplio espectro y b.- se trata de una política de largo plazo, de Estado, alejada de cualquier apetencia electoral.

Como conclusión, se requiere aunar, sentido común, visión de estadista, férrea voluntad política y participación ciudadana para sostener el objetivo. En otras palabras, si no mechamos lo importante con lo urgente y los síntomas con las causas, el futuro solo nos deparará desasosiego e incertidumbre, como lo que estamos viviendo ahora.

Ya es tiempo de no soñar más con las “grandes oportunidades históricas” que, con alta frecuencia, aparecen en los discursos de campaña. Tampoco con los salvadores providenciales, de los que ya tenemos triste experiencia.

La única oportunidad genuina es comenzar a pensar un proyecto de país, no en términos de la ya perimida antinomia derecha-izquierda sino a partir de nuestras potencialidades humanas y naturales. De esta forma podríamos mejorar la calidad de vida, a través de otra educación y mayor equidad social, contribuyendo a la seguridad alimentaria y ambiental, nacional y global.

El problema “provincia de Buenos Aires” es solo un ejemplo de este abordaje, pero me temo que aparece como una condición necesaria.