Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Bomberos sin herramientas

Escribe Aníbal Schwab

No sé si fue la curiosidad o el morbo que tenemos los seres humanos lo que me llevó a ver el incendio de la otra cuadra de casa.

El llanto desgarrador de esos padres es difícil de olvidar. Viví momentos de mucha tensión, no solo por ver a uno de los chicos todo quemado y esperando la ambulancia, sino también por ver a mi hijo ingresando al lugar, con el peligro que eso conlleva, por lo que me vi involucrado sin quererlo.

Se podrán imaginar que saber que hay dos criaturas que estaban aún en la casa y ver a tu propio hijo entrar, habiendo peligro de derrumbe, fue algo que realmente me paralizó por unos momentos. Pero de golpe yo también estaba en un techo ayudando a apagar el fuego.

A solo tres metros de nosotros estaban los dos chiquitos y no se podía hacer nada, era incesante el humo y se avivaba a cada rato el fuego.

Durante la noche me costó dormir, por pensar en esos padres y en la impotencia de tenerlos tan cerca y no poder hacer nada.

Me llevó a plantearme cosas sobre las que fueron sucediendo en esos momentos: un solo bombero con máscara de oxígeno, camiones viejos con poca capacidad (se quedaron sin agua, y que nadie me diga lo contrario porque yo con otras cuatro personas cargábamos baldes con agua de un tanque de unos departamentos vecinos para seguir apagando el fuego).

Se pidió la asistencia de camiones cisterna de la Municipalidad y no estaban cerca, y el colmo de todo es que la policía no contaba con cinta para cercar y preservar la escena.

Realmente me indigna, porque enviamos cohetes a la estratósfera, quieren enviar policías a capacitarse a Miami y los bomberos que deben velar por nosotros no tienen una p... herramienta.

Tal vez en algún momento todos seamos conscientes del trabajo que ellos hacen, ver cómo se desgarraron cuando encontraron a los chicos, ver la desesperación de no poder ingresar por no tener elementos para trabajar. Pero si la pregunta es si se hubieran salvado si tenían todo esto, la respuesta es no sé.

Puede ser que en algún momento nuestros políticos se den cuenta de estas cosas. Necesitamos que se preocupen por nosotros de una vez por todas.Las cifras son inapelables. Después de medio siglo de durísima dictadura comunista, los cubanos se siguen lanzando al mar con la ilusión de salir del pantano en el que viven y la esperanza de comenzar una nueva vida en Estados Unidos.

Escapan de la pobreza que se ha apoderado de la isla, con excepción de los militares y los dirigentes del Partido Comunista de Cuba, que conforman la clase privilegiada. La “nomenklatura”, entonces.

En el último año en que se ha medido el proceso de “fuga”, que fuera cerrado el pasado 30 de septiembre, así lo certifican las cifras de la Guardia Costera norteamericana. Más allá de toda duda.

En 2013, unos 2.129 cubanos se arrojaron voluntariamente al mar en los más diversos aparatos o navíos para tratar de escapar a los EEUU. En 2014, esto es, desde el 1° de octubre de 2013, la cifra trepó a 3.722. De un año a otro, un aumento grande, del 74%. Algo más de diez intentos de escapar por día. Realmente, un montón. Pese a los peligros del audaz cruce, que son absolutamente obvios.

La cifra aludida incluye tanto a los “balseros” a los que se intercepta en el mar, como a aquellos otros que, en cambio, tienen suerte y pueden de pronto desembarcar en tierra y así transformarse en refugiados que pueden residir legalmente en el país del norte.

Los que son interceptados antes de llegar son, en cambio, devueltos a Cuba, donde reciben el maltrato de las autoridades y el aislamiento como respuesta. Duro, por cierto. Fracaso y castigo.

A lo que cabe agregar que la cifra es, en rigor, mayor, desde que los registros naturalmente no computan a todos quienes, por la razón que fuere, pierden la vida en el intento de travesía. Que son realmente muchos.

Si sumamos a todos los que huyen de la pobreza a través del mar, desde otros países de la región, la cifra es bastante mayor. Hablamos de 9.801 personas. Entre ellos, se registraron 5.478 haitianos. Y 601 dominicanos. El flujo haitiano creció, de un año a otro, un 25%. El de los dominicanos, un 43%.

Todos, entonces, bien detrás del aumento que corresponde a los cubanos que -desesperados- buscan huir de su propio suelo. En busca de libertad y de un futuro que no encuentran -ni encontrarán- en la isla de la que escapan, que de paraíso obviamente no tiene nada.