Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Leña y hornos ecológicos, de Carhué a todo el país

Se usan residuos de carbón, aserrín, bosta y hojas secas. Una buena opción para el medio ambiente.
Diego García (izq.) y Federico Crusvar, los desarrolladores, con la leña que producen.

Carhué / laregion@lanueva.com

Federico Crusvar y Diego García nacieron en Santos Lugares y San Miguel, a unos 20 kilómetros de distancia en el Gran Buenos Aires, pero debieron pasar unos 30 años para que se pudieran conocer. Fue en Carhué, donde los asoció su pasión por la música y la tornería; y donde semana a semana casi los separa el fútbol, por su amor por los colores de River y Racing.

Esa amistad los llevó a ser socios en un taller, donde construyen máquinas y repuestos para la industria textil. Allí les llegó la idea, casi por casualidad: “¿y si probamos construir un horno que haga leña ecológica?”. En principio, pareció un proyecto simple: usar restos de carbonilla, de aserrín y hasta bosta de vaca para hacer bricks (ladrillos) combustibles y, además, diseñar una máquina para producirlos.

Así pasaron semanas y meses de experimentos, lectura, pruebas fallidas, poner dinero de su propio bolsillo, explosiones y éxitos de un día, hasta que finalmente culminaron una máquina que se adecuaba a sus requerimientos. Y se les ocurrió subir la foto a internet.

A partir de ahí, la locura. Cientos de llamados y mensajes desde todos los puntos del país de personas y empresas que querían comprar el prototipo, que les ofrecían dinero para hacer nuevos modelos o que querían que les manden hornos para producir sus propios bricks.

“Lo empezamos a hacer casi como para ver qué podíamos inventar. Pero nos fuimos metiendo un poco más en el tema, y vimos que en el país nadie construye este tipo de máquinas. Después se nos ocurrió subir una foto a internet; y a partir de ahí empezamos a recibir llamados de todos lados”, recuerda García.

“Por el momento, ya vendimos las dos máquinas que teníamos y nos propusimos parar un poco, conversar con la gente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial y conocer un poco más las normas que hay que cumplir, porque todos los días nos llaman con un proyecto distinto”, agrega Crusvar.

La idea, saben, es buena y más que redituable.

"Sabemos que no hay nada así en el país. Cuando tengamos algo aprobado por el INTI, nos pondremos a ver cuántas máquinas podemos construir", concluyen.