Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Piombo, “el Panadero” y Sal Llargués

El tipo tiene birrete de juez y toga, en vez de gorro de lana tumbero y camiseta. Pero es lo mismo. Para hacerse el canchero o ganar puntos con alguien, o por alguna otra razón indescifrable de un cerebro fuera de lo común (muy fuera de lo común), hace lo siguiente: agarra una tonelada de gas pimienta y la esparce sobre un chico de 6 años abusado por su padre y su entrenador; también, sobre una mujer que tiene una balanza en la mano y los ojos vendados (ella viene siendo violada desde siempre), y sobre 40 millones de personas comunes a las que les han violado la paz en sus hogares.

En realidad el atacante no es uno, sino dos, pero dañan como miles; el resultado es inmediato y devastador.

El chico está perdido, salvo un milagro; la mujer de la balanza desfallece de asfixia, porque la venda en los ojos no alcanza para detener las partículas del gas irritante que se le meten por el alma, ya muy débil; y millones de argentinos no pueden parar de frotarse lo ojos, mientras deciden que todos aquellos que cumplen una función similar a la de esos agresores son la misma cosa.

Es que ven borroso por tanto ardor y generalizan. ¿Quién puede culparlos?

Para ellos, todos son como estos dos barrabravas de las leyes que acaban de asestar un golpe casi mortal a su propia institución.

Es que los jueces Benjamín Sal Llargués y Horacio Piombo son a la Justicia de la provincia de Buenos Aires lo que "el Panadero" y su banda es, por esta horas, a Boca y el fútbol argentino.

Los tres lastimaron a las instituciones a las que pertenecen, pero, además, comparten el origen: su existencia solo es posible al abrigo de sistemas impunes, alienados, que alientan las barbaridades de cada uno.

La mafia y los negociados que atrapan al fútbol dan a luz delincuentes de toda calaña, entre ellos, a imbéciles violentos como "el Panadero". Del mismo modo, las poses garantistas, el mito del delincuente bueno y el aval político a teorías penales impracticables y nefastas para las sociedades paren a jueces como los Sal Llargués y los Piombo.

A los tres, sin dudas, les van a aplicar el derecho de admisión en sus propias canchas. Ya no habrá partidos para uno y, en un lapso no demasiado largo, tampoco habrá sentencias para los otros. No querrá decir nada, a la larga. Serán solo tres bajas de sistemas de impunidad que siguen al acecho.