Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Los vicios de Onán, aliados de Cristina

Pasó el 18F. ¿Y ahora? ¿Es posible pensar que todo se agotó en un gesto de autosatisfacción, de onanismo social, como una especie de intento colectivo de liberar tensiones para dejar de pensar en eso que nos inquieta tanto? Es la apuesta del gobierno que, si en algo tiene experiencia y sabe, es de confrontar.

A favor de esta posibilidad, hubo otras marchas similares --Blumberg, el campo con la 125--, que parecían haber llevado las cosas a un clímax sin retorno luego del cual nada sería lo mismo y, sin embargo, el día después no solo fue más de lo mismo, sino que aquello que inquietaba creció, fue más agresivo, despiadado, más K, y la voluntad de cambio quedó sepultada bajo el placebo de los planes de 12 cuotas con tarjeta, los autos importados y la indiferencia.

"Es la economía, estúpido". ¿Siempre es la economía? El miércoles parecía que no, sinceramente. Había como un hartazgo general, que no nacía desde el bolsillo. Tampoco de la congoja por una muerte trágica. Porque, dejando la hipocresía de lado, el homenaje a Nisman habrá ocupado algo de las primeras filas de la marcha en Buenos Aires, su familia y alguien más: el resto de los centenares de miles de manifestantes marchaban por oposición a Cristina Kirchner, a su soberbia, a su insolente forma de gobernar, a la prepotencia de su entorno, a la corrupción, a sus mafias, a los impresentables de siempre como Boudou, D'Elía o el imbécil de Alex Freyre, el que dijo que la lluvia era "el pis de Néstor". El 18F fue una marcha opositora, sin duda, y fue política también. Es raro que se haya intentado decir otra cosa. ¿Qué hay de malo en oponerse a este gobierno?

Como sea, la incógnita es la misma. ¿Hasta donde llegará la marcha: quedará dando vueltas a una plaza o avanzará hacia octubre con el mismo vigor? Más allá de Nisman, el miércoles daba también la sensación de un cortejo fúnebre y entusiasta, como la despedida de un muerto malo. Sin embargo, no hay historia que acabe en el cortejo, ni muerto que cambie. En este caso, el del estilo K, faltan aún la pala, el pozo y el olvido.