Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Amado, tenés que renunciar por berreta

Por Fernando Monacelli

Amado, ¿nunca oíste la frase "Lo vulgar ni de entrecasa ni solo"?

Por ejemplo, no podés sonarte los mocos en la mesa, aunque no haya alguien con vos. Es cierto que la soledad prolongada te bestializa los modales y que desde hace un tiempo te andan esquivando todos y, bueno, te habrás acostumbrado a que no te digan las cosas porque no hay nadie cerca, pero ahí es donde entra la regla de que "lo vulgar, etc....".

Amado, sos el vicepresidente de la Nación mal que les pese a todos. Y como vicepresidente de la Nación, lo menos que puede esperar de vos el país es que seas un chorro con algo de distinción; no digo George Clooney y Brad Pitt en La gran estafa; ni Robert Wagner en Ladrón sin destino; ni siquiera Ricardo Darín en Nueve reinas, pero tampoco el motochorro desdentado Gastón Aguirre. Aunque él y vos estén milagrosamente libres y anden en moto, a vos te toca cuidar un poco más las formas, mantener la estirpe de la corrupción argentina en cierto nivel, viejo.

Vamos al grano. Mientras eras un ladrón de guante blanco, que te quisiste quedar con la máquina de hacer billetes mediante una maniobra organizada en Puerto Madero, con cómplices porteños, cancheritos, egresados de universidades privadas, contadores, testaferros en motos BMW, mujeres monas e histéricas de Barrio Norte, y demás condimentos de glamour, tenías formas de corrupto para mostrar al mundo.

Pero Amado, lo que viene ahora no es aceptable. ¿Entendés? En cualquier club de corruptos del mundo se reirían de nosotros. ¿¡Te das cuenta que vas a ir a juicio oral por truchar los papeles de un auto!?

El vicepresidente de la Argentina, un país que supo estar en la cima de los negociados junto a las más grandes multinacionales del primer mundo, va a ir a juicio como cualquier reventa trucho de autos usados del Conurbano. Sin duda, Amado, este sí es el momento de renunciar. No podés manchar por berreta tantos años de excelencia y prestigio de nuestra corrupción nacional.

Por suerte, todavía están tu Jefa, Lázaro y los otros para sostener este legado, porque vos , Amado, sos una verdadera desgracia.