Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Un nuevo e inquietante capítulo de la guerra a 20 cuadras del centro

Un joven de 18 años está detenido por tentativa de homicidio. Según distintas versiones, sería inocente. Lo acusaron miembros de una banda rival.
(Fotos: Rodrigo García y archivo La Nueva.)

Maximiliano Allica / mallica@lanueva.com

   Juan Pablo B. está preso en Villa Floresta pero dicen que es inocente. Sus amigos, sus enemigos, su familia y las víctimas del ataque a balazos que casi termina con la muerte de un chico de 15 años, todos, parecen saber de su inocencia. No obstante, la acusación fue directamente contra él.

   No es un episodio policial aislado. En agosto pasado “La Nueva.” reveló detalles de la guerra que tiene lugar a 20 cuadras del centro, en los barrios Noroeste, Bajo Rondeau, Villa Caracol, Villa Nocito, Esteban Napal y otros.

   Una serie de artículos puso de relieve el auge de la violencia vinculada, entre otros factores, al negocio de las drogas y las armas.

   Jóvenes, adolescentes y niños son víctimas y victimarios de una peligrosa red con múltiples aristas. En este drama se inserta la historia de Juan Pablo, hoy protagonista principal, pero a la vez circunstancial de una guerra que no se detiene.

   Pasó en el Noroeste. Dos jóvenes salieron en moto a tomar venganza por algún motivo que nadie tiene claro. Las venganzas son revanchas de venganzas anteriores y ya nadie sabe cómo empezó todo.

   La moto frenó cerca de cuatro pibes de una banda rival que tomaban cerveza en una esquina (el 80% de las bandas que andan a los tiros las forman pibes, la mayoría no pasa de los 18-19 años, habitualmente menos). Era de noche. El conductor se ubicó a una distancia propicia para que el acompañante disparara con chances de acertar. Tres de los blancos humanos lograron eludir las balas pero a uno, el de 15, un proyectil le dio en la cintura. Estuvo a milímetros de la muerte.

   Eso fue lo que pasó. Lo que sigue es contradictorio. A la hora de contar el ataque, las víctimas declararon una cosa en la Policía y otra diferente ante el fiscal.

   En la comisaría identificaron a Juan Pablo como la persona que disparó más de 10 veces y a Kevin D. como el conductor. Según esa primera acta, ambos portaban un arma de fuego, ambos serían responsables de tentativa de homicidio.

   Las declaraciones cambiaron en Fiscalía. Todos mantuvieron a Juan Pablo como el autor de los balazos, aunque los mismos que habían mencionado a Kevin rectificaron para señalar a otro conductor: Sergio S.

   ¿Por qué las víctimas habían apuntado primero a Kevin como coautor del ataque? De acuerdo con su familia, por impulso de algunos policías, que hace rato lo quieren “empapelar”. Es decir, armarle una causa para que vaya preso. Según explican, su tío, una persona muy vinculada al trabajo social en aquella zona, suele enfrentar a algunos efectivos de la Bonaerense, a quienes reprocha presuntos hechos de corrupción.

   Kevin estuvo escondido más de una semana para eludir la orden de captura. Cuando en la Fiscalía las declaraciones mostraron contradicciones hasta que cambiaron, se levantó el pedido de detención y se presentó en Estomba 127.

   Aseguró que no tenía nada que ver con el tiroteo, que si bien había pasado con su moto minutos antes por el lugar, él no fue. Y dijo más: pese a que las víctimas lo acusan, Juan Pablo tampoco estuvo ahí.

   Kevin contó que, al momento de la balacera, estaba con amigos en una casa, preparándose para ir a un bar de avenida Alem, frente a la UNS. Agregó que tiene una llamada de Juan Pablo en el celular cerca de la hora del ataque porque iba a salir con ellos. Incluso subieron una foto a Facebook juntos, en el bar, apenas minutos después de la agresión.

   Las víctimas del tiroteo dicen que la fotografía de esa noche en el bar se explica fácil. Atacaron y salieron a festejar.

   Distintas fuentes aseguran que ni Kevin ni Juan Pablo estuvieron en esa moto, ese día, a la hora de los disparos. Hay gente que afirma haber visto o estado con Juan Pablo durante esos minutos. Sostienen que la acusación en su contra se debe a cuentas pendientes, a que lo prefieren a él adentro.

   Incluso hay un trascendido: el verdadero autor de los disparos se presentó ante la familia del herido para reconocer el ataque. Allí pactaron una tregua.

Interrogantes sobre esta causa y más allá

   Las preguntas son múltiples. ¿Por qué las víctimas acusan a Juan Pablo si no fue quien disparó? Una posible respuesta es que en realidad no vieron quién atacó, estaba oscuro y fue todo demasiado rápido, sumado a que el día anterior Juan Pablo se había peleado a trompadas con uno de los pibes de la esquina y suponen que fue a liquidar el asunto. La larga historia de enfrentamientos los impulsó a denunciar a uno de sus principales rivales.

   ¿Por qué Juan Pablo no denuncia al verdadero culpable? Códigos, dice gente que lo conoce. El autor de los disparos es su amigo y necesita estar libre porque tiene hijos que mantener.

   ¿Qué pasa si la persona que realmente habría disparado confiesa? Habría un cambio relativo en la causa. A veces ocurre que alguien “confiesa” delitos para cubrir a otro. En este caso, todos los testigos hablan de Juan Pablo con el arma y ese es el argumento más potente en su contra.

   ¿Puede la Justicia investigar más a fondo? Sí, pero las fiscalías están tapadas de causas y el trabajo es inabarcable. Si los testimonios de las víctimas concuerdan, es probable que el caso se resuelva así.

   ¿Los testimonios de las víctimas concuerdan? Además de haber señalado a una persona (Kevin) como conductor en sus primeras declaraciones y luego haber cambiado a otro (Sergio), difieren en la descripción de la vestimenta del autor de los disparos e incluso en la posición de los cascos, con lo cual no estaría claro si pudieron ver los rostros o no, entre otros detalles.

   ¿Por qué tanta violencia entre bandas? Ya son varios años de enfrentamientos. A tiros, con arma blanca, con los puños. Por mujeres, drogas, porque tal o cual miró mal a alguien. El inicio del conflicto ya se desdibujó, aunque el desarrollo empeora día a día.

   Y lo fundamental: ¿Quién controla el suministro de armas y drogas en esos barrios? ¿Quién se beneficia con ese flujo de dinero ilegal? ¿Cómo hacen adolescentes desde los 14, 15 o 16 años para conseguir revólveres, pistolas y balas con tanta facilidad? Para estas preguntas no hay respuestas. Todavía.

Van a caer, de a uno

   Juan Pablo no es un chico tranquilo. Tiene antecedentes por robo. Incluso, su padre es famoso en las cárceles. Pero múltiples voces remarcan que en esta tentativa de homicidio, delito gravísimo que contempla penas de 4 a 16 años de prisión, no tuvo nada que ver.

   Ahora está preso y complicado. En Fiscalía negó ser culpable, aunque también insiste en negarse a señalar al autor de los disparos. ¿Códigos?

   Cuentan que, en la cárcel, por lo menos cuatro personas esperan a que baje a los pabellones. Broncas acumuladas. Como es primario (nuevo) no lo piensan "cortar", solamente irán a los golpes. Son cuatro tipos más grandes, que quieren vengar ataques contra gente de sus “ranchos” acá afuera.

   Por lo que le dijeron, en Villa Floresta también están esperando que de a poco empiecen a llegar sus amigos, la mayoría menores de edad pero acercándose a los 18. Ahí adentro están convencidos de que ya van a caer, de a uno.

   Como nunca, aprenderán de violencia.

 Qué convierte a un chico en delincuente

   Las causas pueden ser múltiples y en general hay combinación de factores. Historias familiares durísimas, facilidad de acceso a drogas y armas, atracción por lo prohibido o admiración por quienes más tienen sin importar cómo lo consiguen, son algunos motivos.

   Sin dudas, influyen la desigualdad y la escasez de oportunidades. Un adolescente o joven sin oferta diversificada de estudio, sin amplitud de perspectivas laborales, sin clubes que invadan el territorio y con un número reducido de referentes que los estimulen a sumarse a estas actividades, está más cerca de las tentaciones negativas.

   Dicho de otro modo: cualquier chico de cualquier familia puede ser un delincuente. En el abanico de opciones de nuestras vidas, esa siempre está. Pero quienes tienen la oportunidad de elegir el deporte que más les gusta, aquellos que pueden estudiar idiomas o arte, los que se permiten proyectar una carrera superior y tienen grandes chances de inserción laboral, todos esos reducen de manera sensible su porcentaje de tomar la peor opción.

   También influye el ambiente. Vivir en calles de tierra, llenas de basura, con escasos o nulos servicios, contribuye a formar una idea de quiénes somos en la sociedad. Revertir ese abandono es parte del desafío.

El debate es abierto y complejo. Hay familias, por ejemplo, de seis hermanos. Todos fueron criados en el mismo hogar, con los mismos valores y las mismas oportunidades, y solo uno delinque. La voluntad individual es un factor decisivo y dificulta el mero análisis de contexto.

   Lo cierto es que muchos de esos chicos están a tiempo de salir del delito y muchísimos más, de no ingresar jamás. El trabajo a emprender es agotador, pero imprescindible. Depende en gran medida del Estado, pero no solamente. Todos podemos hacer algo más.

   Algunos miembros de las bandas hoy enfrentadas empezaron cuando tenían 12, 13 o 14 años. Poco antes eran compañeros, amigos, vecinos. Jugaban juntos a la pelota en la calle, en algún club del barrio.

   Algo pasó que todo cambió.

La mayoría castigada, resignada

   La disputa entre bandas en los barrios Noroeste, Bajo Rondeau, Villa Caracol y sectores cercanos comenzó hace varios años pero se profundizó en los últimos tiempos.

   Los tiroteos entre adolescentes y jóvenes son frecuentes y ya no solo de noche. Pelean por territorio, drogas, armas o mujeres. También, en especial los más chicos, para demostrar guapeza y ganar el favor de los más grandes.

   Hay menores que comienzan con el manejo de armas a los 12 años y, con el consumo de alcohol y droga, bastante antes.

   En esos barrios, como en todos los barrios, la gente sabe quién es quién. Quién vende drogas o maneja armas. Muchos también aseguran saber dónde las consiguen. Sin embargo, casi nadie se anima a dar nombres concretos.

   Los principales perjudicados, como siempre, son las personas de bien que viven en medio de esta batalla. La mayoría castigada. En muchos casos, resignada.

La edad de imputabilidad

   El gobierno nacional propuso discutir durante este año una reforma al régimen de responsabilidad penal juvenil, que incluye la posibilidad de bajar la edad de imputabilidad de 16 a 14 años.

   Esa decisión impactaría en muchos chicos de nuestra ciudad. Pese a que los porcentajes sobre el total de delitos es muy pequeño, fuentes judiciales admiten que la incidencia de la franja de 14-15 años aumentó en los últimos tiempos.

   Sobre la reforma al régimen juvenil hasta ahora se escucharon, principalmente, posturas extremas. Una habla de sancionar con total dureza a los menores de esas edades que cometen delitos graves. Por ejemplo, en casos como el del chico de 15 años que mató a Brian, de 14, en el barrio porteño de Flores. La otra postura considera a los adolescentes en el delito como víctimas de una sociedad desigual.

   En el medio, están quienes creen que hoy existe un vacío legal para tratar casos de menores de 16 en conflicto con la ley y que el debate es necesario, cualquiera sea el resultado. El régimen penal juvenil actual data de 1980, un decreto de Jorge Rafael Videla.