Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Entre el milagro y una renovación

El 0-4 y la lección futbolística que el Barcelona se trajo de París en el partido de ida por los octavos de final de la Champions League provocaron temblores hasta en los propios cimientos del Camp Nou.

Con la catastrófica derrota inicial ante el PSG, de inmediato salieron a la luz algunos chispazos en la relación del plantel con Luis Enrique, los cuestionamientos a las decisiones del entrenador y la catarata de críticas sobre el funcionamiento de la escuadra blaugrana.

Las secuelas del golpe recibido en Francia tuvieron su efecto visible pocos días después en el ajustado triunfo frente al modesto Leganés. El mal humor de Lionel Messi, los silbidos de la afición, el desconcierto grupal dentro del campo y las grietas defensivas profundizaron una crisis que ni el agónico penal convertido por la Pulga pudo atenuar.

Está claro que aunque cuente en sus filas con el desequilibrio permanente de Messi, Luis Suárez y Neymar, hace un tiempo que el Barsa ha dejado de ser un equipo deslumbrante e imbatible.

Básicamente porque en forma progresiva abandonó ese estilo de juego que lo llevó a transformarse en el mejor de los últimos años. En ese aspecto perdió el espíritu por el manejo de la pelota para crear y defenderse a partir de su posesión, tanto como la postura de afrontar cada encuentro de la misma manera, más allá de las características del rival de turno.

“Nos estamos alejando de la idea que nos hizo grandes”, se quejó Sergio Busquets en los pasillos del Parque de los Príncipes, una vez consumada la goleada. La frase fundamenta y refuerza el concepto de que Barcelona, hoy, no tiene un sustento colectivo confiable y que sus posibilidades dependen casi con exclusividad de su consagrado tridente de ataque.

El hecho de mantenerse como escolta del Real Madrid en el torneo español –con la salvedad de haber disputado un cotejo más– y la clasificación para final de la Copa del Rey –el 27 de mayo frente al Alaves–, con la chance concreta de encadenar otro título, no alcanzan para conformar a su exigente público.

Los directivos saben que en el futuro se impone una renovación con jugadores de nivel que le agreguen jerarquía a la actual plantilla. Un marcador central, un lateral derecho con proyección, un volante de equilibrio, un asistidor y un delantero apuntalarían la debilitada estructura y podrían solucionar las carencias que se advierten esta temporada.

También la continuidad de Luis Enrique, cuyo contrato vence en junio, está seriamente en duda. Al punto que entre los candidatos que prefieren los hinchas asoma muy bien posicionado el argentino Jorge Sampaoli. Los números de una reciente encuesta, más el aval de Messi, lo ubican por encima de otros adiestradores de renombre en la carrera por una posible sucesión.

Por ahora, a la espera de una necesaria reacción anímica y con dos compromisos en el medio por la Liga local (Atlético Madrid y Celta de Vigo), la mira se enfoca en el próximo 8 de marzo. Esa noche, la revancha con el PSG representará para el club catalán el desafío de intentar remontar semejante desventaja en una instancia eliminatoria por primera vez en la historia de la Copa de Campeones de Europa.

De todos modos, más que un objetivo parece un milagro. Y para conseguirlo, sus futbolistas deberán reconvertir la frustración de la debacle de París en una energía positiva que les permita recuperar la esencia ganadora. La realidad no los ayuda. ¿Podrán?