Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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La belleza y los concursos

Una iniciativa de la concejala Miriam Iantosca (Integración Ciudadana) apunta a terminar con la realización de los tradicionales concursos de belleza, por considerar que los mismos resultan un acto “discriminatorio, sexista y propiciador de la violencia simbólica”, al conformar actos donde “se mira y define a la mujer por sus medidas, atributos físicos y estereotipos de belleza”.

No deja de ser curiosa una propuesta que pretende poner punto final a una práctica de todos los tiempos, donde se decide que las mujeres que se ajustan a los cánones de determinado tipo de belleza -definida por ciertos requisitos- sean parte de una competencia organizada de manera específica para que en muchos casos se conviertan en caras visibles de un lugar o de una celebración.

Siguiendo esa línea de pensamiento, podría sospecharse que también resultaría adecuado suprimir las competencias atléticas y deportivas, donde cientos de miles de personas deben contentarse con seguir sus alternativas desde una tribuna o frente al televisor y asumir que solo algunas personas han sido bendecidas con el talento y la capacidad física para desarrollar esas prácticas a un nivel de competencia, lo cual también podría impulsar a “una violencia simbólica” contra esos elegidos.

Un concurso de belleza no deja de ser una de las tantísimas competencias que se registran en el mundo cada día. Donde determinadas personas se imponen a otras, en las cuales ciertos talentos priman sobre otros, donde una situación física permite que se participe de determinados niveles de competencia mientras que otras lleven a ser meros espectadores.

Si se quieren corregir determinados conceptos discriminatorios, habría que condenar y revertir decenas de mensajes que pueblan cada día el mundo. Nada más, un ejemplo entre miles, condenar a la industria Disney, que en sus historias consumidas por millones de niños deja en claro que ser feo es sinónimo de malo, que ser gordo y viejo es propio de las personas detestables y que los paraísos terrenales están destinados a los lindos, los flacos, los ricos.

La Biblia ya menciona que la belleza a la que Dios presta atención no es la externa. Que no serán los adornos no peinados ni vestidos lujosos los que confundan al Creador, sino que la belleza que valora es aquella que procede de lo íntimo del corazón, de un espíritu suave y apacible. Un concurso de belleza, de destreza, de literatura, de tiro al blanco, de repostería no deja de ser un juego humano, un reto, un esfuerzo, una búsqueda. Los gestos “propiciadores de violencia” están visibles en otros sitios.