Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Chinchón: en la Vega del Tajuña y cercano a Madrid

Este municipio constituye la cuna del anís y del actor José Sacristán y fue el lugar preferido de Lope de Vega y Francisco de Goya. ¿Qué tal si nos damos una recorrida?
Chinchón: en la Vega del Tajuña y cercano a Madrid. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

Por Corina Canale / corinacanale@yahoo.com

Cuando el ocaso se lleva los últimos rayos del sol, la rara y cerrada arquitectura de la Plaza Mayor de Chinchón se torna de un suave color morado.

Es el juego de sombras que proyectan las casonas de tres plantas que la rodean.

La historia cuenta que fue allí, en esa misma plaza, donde Felipe V fue proclamado rey, en 1706, para regocijo de los súbditos que colmaban sus balcones de madera, esos recoletos recintos a los que llaman "claros".

"¡Majá, tú sí que mereces un claro!", es el requiebro que se escucha al paso de bellas mujeres por las callejuelas del lugar, donde la gente aún se sienta frente a su casa, al anochecer, a tomar el fresco y a ver pasar la vida.

Gente que recuerda que cuando el Consejo de Ministros declaró a Chinchón Conjunto Histórico Artístico, en 1974, el turismo llegó a esta ciudad anclada en el Medioevo y se levantaron hoteles y restaurantes.

La economía del pequeño municipio, hasta entonces basada solo en la agricultura, se complementó con las divisas que aporta la industria de la hospitalidad. La Plaza Mayor, de forma ovalada, también sirve de "corral de comedias", a la vez que alberga a las ferias ganaderas que se realizan desde fines del siglo XV.

Son buenos días para las alcoholeras que venden tres variedades de anís: dulce, seco y seco especial, que tan bien se maridan con los sabrosos "preñaítos" de chorizo.

La Alcoholera de Chinchón, de 1911, es la más antigua y la única que puede utilizar en el anís que elabora la leyenda "Denominación Geográfica de Chinchón".

La misma plaza, en agosto, se convierte en plaza de toros, jornadas taurinas donde los visitantes cenan en los restaurantes de la plaza, cuyos balcones se asoman al ruedo, mientras allí se enfrentan el hombre y el toro.

Uno de los edificios emblemáticos es el Monasterio de los Agustinos, fundado en el siglo XVII por los condes de Chinchón, Andrés Cabrera y Beatriz de Bobadilla, junto a la ermita de Nuestra Señora del Rosario.

El monasterio es ahora un parador turístico rodeado de jardines, con sobrio mobiliario y un ambiente de paz y sosiego. La sopa de ajo y el cocido madrileño que preparan en su restaurante son imperdibles.

Otros reductos gastronómicos son la Casa del Pregonero, que sirve carne roja a la piedra volcánica, y El Duende, la vieja casa de labranza que hace 300 años elaboraba vino y cultivaba cereales, famosa por sus "platos de cuchara".

Este año la ciudad anunció que regresan las Visitas Guiadas Teatralizadas, que permite a los turistas una recorrida junto a un personaje.