Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Desde chico quiso salvar a los chicos

Supo que quería ser pediatra a los 15. Estudió Medicina en La Plata y luego se especializó en oncología y hematología infantil. Tiene 51 años y pasó la mitad de su vida en el Hospital Penna.

Fotos: Juan Corral- jcorral@lanueva.comSebastián Cortés- dcortés@lanueva.com

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

Sale del consultorio de Hematología y saluda a sus pacientes. Ellos le responden con una sonrisa. Horacio Caferri no es un desconocido en esos pasillos. Así como lo ven, lleva la mitad de su vida atendiendo a chiquitos que sufren cáncer en el Hospital Interzonal Dr. José Penna.

¿Pero por qué elegir semejante especialidad, si estadísticamente al menos 2 de cada 10 nenes mueren?

"Alguien lo tiene que hacer", suele contestar Horacio a sus amigos para salir del paso.

Caferri fue durante 8 años el único pediatra especializado en oncología y hematología infantil que recibió a chicos de Bahía Blanca y la zona, aunque siempre contó con el apoyo de los colegas de otras disciplinas. Recién en 2002 se sumó Mónica Hernández, que trabajó tres años como médica residente en el Penna.

Horacio tiene hoy 51 años y arrancó como oncólogo infantil a principios de 1994. Sin embargo, su historia con la medicina comenzó mucho antes. Cuando tenía 15, un cirujano de apellido Benchimol, que era su profesor de Biología en el Ciclo Básico, preguntó quién quería ver una operación y Horacio levantó la mano. Presenciar una cirugía lo entusiasmó, aunque su mayor deseo era convertirse en pediatra.

"No tengo familiares médicos. Creo que uno nace con vocación, no me costó tomar esta decisión", dice, sentado junto a su escritorio y soportando el calor de los primeros días de diciembre. “En enero es peor”, se consuela.

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Caferri nació en Buenos Aires, pero se siente bahiense: llegó a esta ciudad cuando apenas tenía 3 años. Estudió en la Escuela Nº 7, en el Ciclo Básico y en el Normal, y después se fue a vivir con su hermano a La Plata para concretar su deseo adolescente.

Se recibió de médico y, tras un paso por el Hospital Garrahan, regresó para hacer la residencia en el Penna. Ver chicos con cáncer lo movilizó y por eso decidió especializarse en oncología y hematología infantil.

"Horacio trabaja 24 horas por 24 horas", comenta Daniel Pollono, médico oncólogo referente en la provincia de Buenos Aires y en el país, que el mes pasado visitó la ciudad.

Pero la falta de cirujanos oncólogos pediatras, que muchas veces termina en la derivación de pacientes a otros centros, no es la única preocupación: Caferri también lucha contra la falta de insumos.

"Hubo retrasos en la llegada de medicamentos a través del Ministerio de Salud o algunas obras sociales, y contra ello lidiamos a diario ",dice. Y aclara: “Tenemos un stock porque cuando uno atiende a un chico con cáncer no tiene excusa para no iniciar el tratamiento”.

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Anabel Villarruel Bustamante y Gabriel Oses ya son grandes. Ella tiene 22 años; él, 19. Fueron pacientes de Horacio y se curaron.

Caferri todavía se encarga de sus controles que deberán hacerse de por vida.

"Haberlos visto de tan pequeños y tener relación con las familias, hace que para los chicos sea muy difícil pasar a otro médico, y para nosotros también lo es”, cuenta.

Anabel llegó al Penna cuando tenía 2 años y 8 meses, con un moretón azul en su rodilla y de la mano de su mamá, Iris Bustamante. Gabriel lo hizo a los 8 y su pronóstico indicaba que no iba a vivir más de 4 meses.

"Los papás habitualmente se enojan con el médico porque es el que les da el diagnóstico", dice Caferri, aunque reconoce que cada caso es particular y las reacciones varían.

Gabriel, por ejemplo, estuvo un mes sin hablar. Su mamá, Esther Ríos, aún recuerda el dolor de esos días y su mirada perdida por tantas cosas que le hacían: las punciones, el quirófano, las pastillas. Sin embargo, nunca perdió la fe.

Iris, la mamá de Anabel, sí se enojó con Dios cuando Caferri le pidió que llamara a su familia porque su hija, que aún no tenía 3 años, iba a entrar al quirófano y no se sabía si saldría con vida.

A pesar de los pronósticos, estos nenes salieron adelante. Ayuda-Le, asociación bahiense que acompaña a las personas que padecen la enfermedad y a sus familias, fue uno de los pilares importantes en la recuperación.

"Mi esposo es trabajador temporal de los barcos pesqueros y empezaba la temporada; se tenía que ir. El pediatra, al ver el pronóstico del nene, nos dijo: 'No sé cómo van a hacer, pero el papá no se puede ir'. Mi marido perdió el trabajo y ahí estuvo Ayuda-Le para facilitarnos los materiales", recuerda Esther.

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Horacio dice que no hace terapia psicológica, no conversa sobre sus pacientes fuera del hospital ni tiene hobbies. Compartir tiempo con su familia constituye su único sostén emocional.

"Todavía conservo a mi mamá; tengo 2 hermanos, 3 hijos, una mujer. Me siento contenido, no creo necesitar, por ahora, alguna otra cosa".

Anualmente recibe entre 15 y 20 casos nuevos de chicos con cáncer, entre los 1.200 y 1.300 que se ven en la Argentina, aunque asegura que no aumentó la incidencia de la enfermedad en los últimos años y que los resultados de los tratamientos son más efectivos.

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Una de las desventajas del cáncer infantil es que no se puede prevenir, a diferencia de lo que sucede con los adultos.

"El medio ambiente influye poco y nada respecto del desencadenamiento de la enfermedad, pero sí hay una predisposición genético-familiar", explica.

Por eso, su colega Pollono, jefe del servicio de Oncología del Hospital de Niños Sor María Ludovica de La Plata, insiste en la importancia de un diagnóstico temprano: un estudio que hizo en la capital bonaerense, con 550 chicos entre 1990 y 2000 dio que el 81,5% de los que llegaron antes de los 40 días del primer síntoma está con vida, mientras que solo el 53% de los que llegaron después de los 40 días sobrevivió.

Las estadísticas animan, pero no borran el dolor.

"Miro para atrás y, lamentablemente, hay chicos que ya no están, que fallecieron a causa de la enfermedad, y pienso siempre qué estará pasando por la cabeza de esos papás que perdieron a sus hijos. Uno nunca se acostumbra a esto, no son un número", reflexiona Caferri.

Datos sobre el cáncer infantil

EN BAHÍA

“Hace unos 30 años, los chicos con cáncer casi no tenían chances de sobrevivir. En la actualidad, alrededor del 70-75% tienen posibilidades de curarse”, indica el doctor Caferri.

EN EL PAÍS

Entre 1980 y 1984, 8 de cada 10 chicos se morían de un tumor, de acuerdo al oncólogo Daniel Pollono. Hoy, la posibilidad de sobrevida puede llegar hasta más del 80%, según el ROHA (Registro Oncopediátrico Hospitalario Argentino), que estima 400 muertes por año.

(Distribución por sexo en los niños con cáncer para todas las patologías -ROHA 2000/2009; total pacientes: 12.776-.)

En el mundo

Alrededor de 250.000 chicos enferman de cáncer cada año, de acuerdo a la Fundación Natalí Dafne Flexer de Ayuda al Niño con Cáncer. Hoy, aproximadamente el 70% de los casos se cura, lo que supone un incremento del 15% en relación a 1980.

Ayuda-Le (Ayuda al Leucémico)

La asociación se fundó el 3 de mayo de 1990 y tiene tres funciones: ofrecer insumos a los enfermos del Penna, dar alojamiento a las familias de la zona (los departamentos están en Baigorria 2150) y llevar adelante un taller que les permite a los chicos “expresarse no solo con las palabras, sino también a través de sus manos y cuerpo”, según cuenta Teresa Castillo, la encargada.

Esta iniciativa se sostiene con el aporte de la comunidad, los aproximadamente 2 mil socios de la asociación y el trabajo del voluntariado y de su tesorero, Juan Balbi Robecco.

Su presidenta, Mónica Zito, anima a la comunidad a colaborar: “Donar una hora no es tu vida, es una hora que te llena el alma”.

¿Cómo colaborar?

Asociándose a Ayuda-Le.

Formando parte de la lista de donantes de sangre.

Donando tapitas plásticas y llaves.

Comprando bonos para el sorteo de Reyes, a un valor de 10 pesos. Lo recaudado se destinará a la adquisición de un contador hematológico que cuesta alrededor de 120.000 pesos más los insumos. Hasta el momento se juntaron 45.000 pesos.

Acercándose a Ayuda-Le, en Castelli y Roca.

Llamando al 454-1313 (horario de atención de 8 a 12 y de 15 a 19).

Ella también cura

Mónica Hernández también es oncóloga infantil. Tiene 44 años y es mamá de 3 hijos. Se formó en la Universidad de La Plata y en el Garrahan. Actualmente trabaja en la clínica Matera, de 9 de Julio al 400.

“Es una especialidad que siempre me gustó. Es importante que los niños puedan atenderse en Bahía y que no tengan que viajar a grandes centros urbanos, con el desarraigo que esto conlleva.

“Decirle a un papá que su hijo tiene un ‘alto riesgo de morir’ por una enfermedad agresiva como el cáncer, pero que tenemos las armas para luchar, es duro; sin embargo, es una realidad que existe desde el diagnóstico. Decirle a un papá que su hijo falleció de una enfermedad de mayor curación, como una neumonía, donde contamos con tratamientos y medidas de prevención, es todavía más difícil”.