Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Con esfuerzo, el club Ciudad Atlántida se mantiene a flote en Punta Alta

No tiene aún la personería jurídica en regla, pero eso no le impide crecer y proyectarse. La historia de una pared de un gimnasio levantada con carcasas de baterías de submarinos.
El frente de Alvear 745, levantado y techado con muchísimo esfuerzo y dedicación por la dirigencia puntaltense.

Pablo Andrés Alvarez

palvarez@lanueva.com

Osvaldo Saúl Ayzaguirre es duro con sus apreciaciones. Siente tanto cariño por el Club Social y Deportivo Ciudad Atlántida que le duelen algunas acciones.

Y dice, con convicción, que esta entidad es la “paria” de Punta Alta, ya que, considera, es la única que no recibe apoyo de ningún estamento estatal para desarrollar sus funciones deportivas y, fundamentalmente, sociales.

El “Vasco”, como lo conocen todos, es el motor de esta institución que tiene 72 años de vida (fue fundada el 12 de octubre de 1943 por un grupo de personas que en su mayoría eran de San Lorenzo y por eso escogieron los colores azulgranas para identificarla) y cuya sede está ubicada en Alvear 745.

Por eso, el gran objetivo de este año de la dirigencia pasa por poner la personería jurídica al día, porque las necesidades son grandes y el ingreso de dinero es escaso.

El Club Ciudad Atlántida posee una cantina, un gimnasio en el que sobresale la cancha de bochas, un salón en el primer piso y una cancha de fútbol 5.

Y tiene en marcha, sobre el mismo terreno, la construcción de un quincho y de un patio de verano.

Como en todo club de barrio, si algo no falta es un fogón. Pero éste tiene la particularidad de tener tres en funcionamiento en distintos sectores.

“Todo lo hacemos con mucho esfuerzo. Agudizamos el ingenio para poder subsistir, pero cada vez se hace más difícil”, cuenta Ayzaguirre, quien pisó el club por primera vez en 1978 y ya no dejó de visitarlo, pese a que también cuenta que fue dirigente de Sporting.

“Agarré el buffet en 1991 y ya no me fui. Y hoy no pasa un día que no venga, más allá de que pude delegar algunas funciones”, señala, luciendo la boina negra que usa hasta para jugar a las bochas.

Los famosos locros

Las instalaciones, que sienten el paso del tiempo, fueron levantándose con mucho ingenio y esfuerzo.

Por ejemplo, uno de los paredones laterales del gimnasio fue edificado con las carcazas de las baterías de submarinos.

“Un día de 1994 me propuse ir cerrando de a poco todo el club, que antes estaba al aire libre. Y una buena parte del gimnasio lo cerramos con esas baterías, que se asemejan a los ladrillos huecos pero son más grandes. Las conseguimos en la Base, por intermedio de un supervisor. Obviamente lo hicimos con mano de obra propia. Incluso, nos ayudó gente de otros clubes”.

En 1998, con motivo del Provincial de Bochas, el intendente rosaleño de aquel entonces, Jorge Izarra, otorgó un subsidio para levantar otra pared.

“Allí pesó mi amistad con Jorge. Creo que desde ese entonces no recibimos más apoyo”, rememora.

Por ello, necesita “moverse” para recaudar.

Con las ganancias que deja el alquiler de la cancha de fútbol 5 (construida y techada en 1994), pagan la luz y el gas.

“Las facturas nos llegaron con un 100 por ciento de aumento. Pagábamos 1.800 de promedio y la última que llegó superó largamente los 3.000. Para un club de barrio es muchísimo dinero”, añade Ayzaguirre cuando realiza mentalmente la suma de acciones para juntar dinero.

También organizan almuerzos y cenas.

“Nuestros locros son muy populares. Hacemos más de 300 porciones y vienen de toda Punta Alta a comprar. Con eso juntamos algo de dinero. Nosotros subsistimos con lo que generamos. De acuerdo a lo que tenemos, hacemos”.

Pasión por las bochas

El Club Ciudad Atlántida es el único de la vecina ciudad que mantiene a las bochas en competitividad, ya que decidió unirse a la Asociación Bahiense luego de la disolución de la Asociación Rosaleña.

Su cancha, de tierra compacta, fue construída en 1982 (aunque su primer partido oficial data de 1989) y tiene tribunas, además de ser calefaccionada.

En 2009 comenzó a jugar en el torneo bahiense.

“Lo hicimos, más que nada, para que el deporte no muriera. En la década del 90 eran 8 los clubes que practicaban bochas. Hoy quedamos sólo nosotros compitiendo. Tuvimos claro que si no competíamos, íbamos camino a la desaparición y no lo podíamos permitir”, manifiesta Ayzaguirre, quien fue presidente de la Asociación Rosaleña de Bochas.

Obviamente que todo cuesta el doble.

“Tenemos un presupuesto grande, porque tenemos que viajar todas las semanas, pero nos las rebuscamos para cumplirlo. Hacemos el doble de sacrificio, pero es la única manera de mantenernos vivos. Nos empuja el hecho de que hay varios jóvenes que se acercan a jugar”.

La cantina, otra fuente de ingreso, después de las 18 ve poblar sus 7 mesas redondas. Los masos de cartas toman ritmo con el “mus” y finalizan la noche con el “más y menos”, ya que el truco no tiene tantos adeptos.

“Hay dos condiciones. La primera es consumir algo antes de empezar y la segunda es que no se puede jugar por plata, sino por tragos. De esa manera evitamos las peleas y nosotros juntamos unos manguitos más”.

La escuela de Samira

En el salón del primer piso funciona la famosa escuela de danzas árabes de Samira, que cobró notoriedad en una visita del presidente Carlos Menem en la década del '90 a Punta Alta y que en 2015 obtuvo el primero puesto en la final del torneo oficial Argentina Arabbian Open, organizado por la Federación Argentina Aeróbica-Danza-Ritmos (Faga).

“Vienen un montón de nenas. Es muy gratificante verlas bailar”, señala Ayzaguirre.

Ese espacio también se alquila, pero con ciertos recaudos.

“Samira los llenó de espejos para practicar las danzas, así que tenemos que ser muy cuidadosos para que no se rompan y para que nadie salga lastimado”.

Cuando se lo consulta por su gran anhelo, el “Vasco” no duda. Y ni siquiera menciona una obra faraónica.

Lo suyo es bien real y palpable.

“Quiero terminar con el tema de la personería jurídica. Conozco casos de clubes que han sido prácticamente usurpados por no tenerla. Quiero que estas instalaciones sean por siempre para el club y que nadie las pueda tocar. Recién allí podré disfrutar tranquilo”.