Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Las paradojas de Macri

El propio gobierno reconoce que “los brotes” se verán con mucha suerte en diciembre, pero más probablemente en abril o mayo.

En despachos del gobierno marcaban esta semana algunos gestos del presidente Macri que podrían resultar paradójicos para aquellos que, muchas veces de manera maliciosa, le endilgan una supuesta inexistencia de sabiduría política. Como si no hubiese gobernado ocho años la ciudad Buenos Aires y se tratase de un recién llegado que sólo ganó el sillón de Rivadavia porque el peronismo al que enfrentó no dejó macana por hacer.

Se referían concretamente al escenario que bien puede mirarse ahora mismo sin caer en exageraciones: Macri está hoy mejor planteado frente a los dirigentes sindicales que a los empresarios. Esa mirada, que merece explicarse, no sería más que una anécdota si no fuese porque seguramente marcará a fuego la marcha del gobierno, de la política y muy probablemente de la economía en los próximos meses.

Más importante aún debería ser la base sobre la que el oficialismo tiene que empezar a caminar con el objetivo de ganar las elecciones del año que viene. Ya se ha dicho y repetido, pero viene a cuento porque de algún modo es la estrategia, el principio y el fin de todas cosas que se hacen y se dicen por estas horas en cualquier oficina del gabinete nacional: un triunfo en las elecciones de 2017 será la gloria y una derrota, Devoto. Para ponerlo en lenguaje callejero.

Dirán aquellos funcionarios con base en la realidad de lo ocurrido que el primero de esos gestos fue una jugada política hecha y derecha.

El presidente logró sentar esta semana a empresarios y sindicalistas en torno a la mesa del Diálogo para el Trabajo y la Producción. Y no es que no haya rechazado en el pasado este tipo de encuentros o acuerdos, cuando siempre hizo gala de su fe en los contactos cara a cara, por separado. Ocurrió que Macri creyó ver ahora el momentos justo. A saber: los gremios venían casi en pie de guerra, y blandían la amenaza de un paro nacional de impredecibles consecuencias, más allá del escepticismo sobre la probidad de esa medicina de Marcos Peña o Rogelio Frigerio. Y del mismo Macri, que llegó a decirle a Hugo Moyano, casi un sindicalista retirado por estos días: "Hugo, ¿y el día después qué?", sin que el camionero atinara a responderle.

El presidente, sostienen, pisó terreno que conoce. Hay matices y en algunos casos gruesas diferencias entre el sindicalismo "clásico" que representan Daer, Schmid y Acuña, que saben ellos también que un paro no solucionada nada y que lo único que buscan es arrancarle algo al gobierno, un bono o un piso sobre el que discutir salarios. No van más allá casi nunca por simple preservación de la especie. Del otro lado quedaron en evidencia las dos CTA, los tradicionales gremios de la izquierda y de algún modo el radical K Palazzo, que conduce a los bancarios. A esos sólo les importa que al gobierno le vaya mal. Son vitalicios de la teoría del "cuanto peor mejor" que la doctora de El Calafate persiste en bajar a sus menguadas huestes.

Nota al pie: un ministro dijo frente a esa realidad de la expresidenta que "si la revolución que planea a través de los videítos que manda piensa hacerla con (Martín) Sabbatella y (Leopoldo) Moreau, podemos dormir tranquilos...".

El de la mesa redonda del diálogo (sugerencia de Durán Barba desde su "exilio forzado" en Estado Unidos) era el momento justo: Macri resolvió acortar distancias con el Papa justo donde más le interesaba a Francisco y ponerse en línea con un reclamo de la Iglesia.

Sentó además en esa mesa a los empresarios, convertidos en "duros" frente a los "blandos" gremialistas y forzados a conceder a regañadientes sus propias firmas para un documento que fija las bases de aquella estrategia electoral de la que se habla más arriba. Fue por esa reticencia que mostraron sus excompañeros de ruta que no dudó en retarlos y pedirles que "se rompan el traste" para mejorar la productividad de la economía.

El presidente se quejó el viernes durante la reunión de seguimiento de gestión en Olivos: se mostró cansado, aunque aseguran que utilizó un adjetivo más duro, de que en privado le endulcen el oído y después salgan a decir en público todo lo contrario.

Macri logró desactivar definitivamente el paro. No lo dijo él, lo dijo Daer. Los empresarios patalean pero finalmente habrá bono a fin de año. Jorge Triaca enfatizó un logro más: hubo acuerdo con la CGT unificada para discutir el año que viene los salarios según la inflación del primer trimestre, y no el arrastre de un año que terminará entre malo y muy malo.

El propio gobierno reconoce que "los brotes" se verán con mucha suerte en diciembre, pero más probablemente en abril o mayo. Y Carolina Stanley, una actora si se quiere en las sombras pero de vital importancia en todo ese entramado, pactó una suerte de "paz social" para fin de año con los movimientos sociales.

El paquete no se ve mal. Habrá que verlo en movimiento. Saben en el gobierno que si alguna pieza del engranaje se sale de lugar, no habrá peronismo partido en 20 pedazos ni el regocijo de observar las estrambóticas entregas semanales de la doctora, autodefinida ahora como "la primera víctima" de la violencia de género, que los salve.