Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Cuatro ejes de una semana caliente

Datos incontrastables de una semana caliente: el primero y muy elocuente es que Mauricio Macri ha decidido cargarse el gobierno al hombro y convertirse él mismo en su propio vocero, tal vez un poco agobiado por la falta de respuesta de sus grises equipos. El segundo dato visible es que el gobierno apuesta todas sus fichas, con la mira puesta en ganar las legislativas de 2017, al blanqueo de capitales que viene enganchado con las mejoras que beneficiarán a los jubilados.

Una tercera cuestión, no menor, es la amenaza de un conflicto con los gremios, a caballo de las inconsistencias de un segundo semestre que, por ahora, se quedó en promesas. Y el cuarto elemento es la incomodidad -puramente política, se entiende- que sufriría ahora mismo el gobierno ante la posibilidad de que Cristina Fernández de Kirchner vaya presa.

Conviene mirar detenidamente cada una de esas cuitas del macrismo.

En el primer punto, en todo caso el presidente ha decidido ponerse la comunicación al hombro. Después de todo lo que ha pasado con las tarifas, las promesas que no se pueden cumplir, y las peleas internas en el gabinete, Macri va a ser desde ahora el gran comunicador.

Resulta evidente en estos siete meses que si algo se le criticó al gobierno fue la inadecuada manera de comunicar, cuando no la comisión de errores que impactaron directamente en el humor social. Por ese lado se entienden los reportajes mano a mano que el presidente concedió en la última semana a canales de aire de Capital, Rosario y Mendoza. Y hay una larga lista de espera en los despachos de Marcos Peña.

El jefe de Gabinete será el administrador de este nuevo estilo. Que no está exento, como se ha visto, del lenguaje llano que pretende llegar al ciudadano común y no tanto al círculo rojo.

Macri está convencido de que su palabra no sólo basta y sobra, sino que esclarece. A su lado entregan un ejemplo concreto, que es el tema del controvertido “Futbol para Todos”. El jefe de Estado supo explicar ahora que “está bien” que el gobierno deje de poner plata, y si bien todavía no hay encuestas, en la Casa Rosada dicen que la recepción en la gente es buena. Habrá que verlo.

El segundo tema es claramente el blanqueo, tal vez la más fuerte apuesta después de la salida del cepo bancario y el acuerdo con los fondos buitre. Una ley ahora reglamentada destinada a salir del estancamiento de la economía y generar la tan mentada llegada de inversiones.

Las cifras de las que se hablan en el gobierno son muy dispares. Según quien las mire, van desde u$s 2 mil millones a u$s 10 mil millones de lo que ingresaría al Banco Central por el cobro del impuesto a quienes decidan sacar a la luz sus acreencias escondidas acá o en el exterior.

En cualquier caso, mientras las promesas de inversiones externas se demoran a la espera de un mejor clima y los propios empresarios locales dicen que prefieren esperar un poco mas, los ingresos por el blanqueo podrían ser la bala de plata que necesita el gobierno. Porque, además, sus primeros resultados se verán en el arranque de 2017, un año de elecciones que -como ya se ha dicho- el gobierno no puede perder.

El cálculo no puede ser más optimista: ese millonario ingreso tornaría innecesario el segundo e inevitable, así como impolítico, ajuste de las tarifas que debería hacerse en marzo o abril.

El recalentamiento del escenario sindical preocupa, porque si algo no quiere el presidente es abrir un flanco de conflicto con los gremios, que, en verdad, por ahora sólo amagan. La amenaza de un duro documento que finalmente no vio la luz o de un paro nacional para mediados de agosto que nadie jura en el sindicalismo que se vaya a concretar, están ahí.

También lo estarían haciendo los caciques sindicales. La primera piedra la lanzó Hugo Moyano con la amenaza de un plan de lucha. Desempleo, inflación, ajuste, Ganancias, son los temas. Un síntoma: en el gobierno reconocen que se torna difícil conseguir que algún dirigente les atienda el teléfono.

El análisis del futuro de Cristina no es nuevo. Pero resurge a medida que se generaliza la suposición de que ella está más cerca de ir presa que de cualquier otra cosa. Al menos el dictado de una prisión preventiva parece inevitable no más allá de fines de agosto. No es, claramente, lo que Macri desearía. No por el supuesto rebote con escándalo u “operativo clamor” que eso generaría en la gente. Si ocurriese, se limitaría a sus seguidores que son cada vez menos. Gobernadores como Juan Manzur, Lucía Corpacci, Roxana Bertone y hasta Gildo Insfrán reconocen sin rubor que “Cristina ya pasó”, y que el peronismo necesita nuevo liderazgo. Eso es justamente lo que Macri no querría.

Preferiría tenerla cara a cara. Ya la imaginó como candidata en la provincia de Buenos Aires para cotejar los dos modelos, sabedor de que las encuestas de hoy son implacables a medida de que la obscena muestra de corrupción kirchnerista avanza. Claro, con la doctora presa aunque sea en su casa de Río Gallegos, y el PJ en un rearmado que persiste en mostrarse en fotos futuristas que por ahora sólo figura en deseos, sería otro escenario.

Es simple: Macri no desearía un peronismo unido y encolumnado detrás de un nuevo líder, con el kirchnerismo reducido a un lastimero ejército de viudos que levantan la poco seria suposición de que el presidente encabeza una conspiración para convertir a Cristina en una presa política. Una manera nada ingeniosa que tienen de autoconsuelo frente a un destino para su jefa que parece cantado.