Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Relanzarse para salir del peor momento

El presidente Macri, al anunciar el proyecto de ley para “reparar años de injusticia” con los jubilados que iniciaron juicio al Estado por reajuste de haberes.

“Buscamos un punto de inflexión”. Esa debe haber sido la frase más repetida de los últimos días por los habituales voceros gubernamentales. Enfatizan el concepto para describir el escenario sobre el cual el gobierno busca dejar atrás un mes de mayo “horrible”, como lo definieron sin rubores en la Jefatura de Gabinete.

Una necesaria bisagra para elevar la vara tras una etapa de penurias sociales signada por los tarifazos, los miles de despidos, un proceso inflacionario que parece imparable, y ahora mismo las quejas de gobernadores e intendentes que consideran impagables las facturas de servicios públicos esenciales.

No han escaseado las inconsistencias del macrismo en este esfuerzo por salir de los peores días de la administración y encaminarse hacia la tantas veces tierra prometida a la que deberían llegar cientos de miles de argentinos que la están pasando mal allá por finales del casi mágico segundo semestre.

No pocos se preguntan las razones por las que el ministro Juan José Aranguren sale con los tapones de punta con aumentazos siderales, imposibles de pagar como en el caso de las tarifas del gas, que encima provoca el levantamiento de los únicos aliados consistentes que retiene el gobierno como son los gobernadores.

Sablazos al bolsillo que después deben corregirse, como sucedió, merced a la paciente muñeca de Rogelio Frigerio, para no azuzar las llamas. ¿Es el exCEO de Shell un ministro autónomo de la estrategia que fija el presidente? “No, no lo es, claramente cometió errores de cálculo y por eso no se dudó en corregir”, lo perdonan en la Casa Rosada.

Tampoco parece políticamente correcto -como no sea otra vez culpa de los groseros errores de un gobierno empecinado en creer que “todo se comunica por Facebook”- la simultaneidad de los anuncios del presidente sobre el blanqueo de capitales, que en parte servirá para saldar la deuda con los jubilados, con la difusión de una cuenta en un paraíso fiscal de Macri, que curiosamente no había sido incluida en su declaración jurada anterior. O colocar en la primera línea de los difusores de esta nueva panacea para los que evadieron o traficaron dinero negro al ministro Alfonso Prat Gay, que hasta diciembre pasado era uno de los más feroces críticos de este tipo de “exteriorizaciones” como la que llevó adelante su antecesor, Axel Kicillof.

Como parafraseó el cardenal Mario Poli en el Tedeum del 25 de mayo: “Se hace camino al andar”. Y en eso anda el gobierno, en medio de tropezones y apuros, con plazos cada vez más cortos para salir de la etapa de penurias y a la vez para evitar el riesgo de perder sustento ciudadano, que en promedio de un 50% (lo que revelaría que Macri ahora sólo retiene el apoyo de quienes lo votaron) insiste en comprender aquello de la pesada herencia recibida.

Con todo, para el gobierno el inicio de ese quiebre con la mira puesta en empezar a mostrar algunos síntomas de mejora social -que deberían registrarse a partir de julio pero con mayor precisión entre agosto y septiembre- está en los anuncios del viernes del presidente, tanto en el caso de los jubilados como en el blanqueo. Porque además el gobierno hace bandera con esa batería: le permitirá saldar una deuda que, en boca de Macri, fue generada por los que le mintieron y estafaron a los abuelos. Un sayo que no solo apuntaría al gobierno de los Kirchner sino en alguna medida a la indolencia de la Justicia, desde la Corte par abajo, que dejó correr sentencias firmes de ocho o diez años mientras muchos beneficiarios se murieron esperando cobrar.

Si bien la estrategia en el caso de los jubilados es a largo plazo, le permite al gobierno retomar la ofensiva y empezar a buscar ese salto de calidad, y luego comprometer a la oposición en el Congreso en un tema sensible. Se preguntan ellos mismos quién sanamente se va a negar a aprobar este paquete de leyes. Podrían estar pecando de ingenuos una vez más, se verá. Pero es cierto que, salvo predecibles oposiciones, podría anotarse algún éxito después del veto a la ley antidespidos.

El gobierno pone la pelota del lado de la oposición parlamentaria y por otra vía retiene de su lado seguramente el favor de los gobernadores en momentos en que se dispararon algunas batallas por la resistencia a pagar los aumentos en las tarifas de gas. La jugada vía blanqueo incluye remitirles parte de esos fondos para pagar el 15% de la Coparticipación adeudada. Los embreta además en una alianza aunque sea crítica porque de allí saldrán además los fondos para mover el plan de infraestructura.

Tozudos, en el gobierno descuentan que esto alcanza para “relanzar” la gestión, que no se moverá de los parámetros que fija Macri. Por esa razón tanto el jefe de Gabinete como otros voceros han salido a desactivar el llamado a un dialogo político, económico y social que reclamó Poli en su homilía.

Peña sostiene que el gobierno ya dialoga con todos. Lo que no dice es que Macri descree de ese rejunte y que prefiere negociar por separado. Un ejemplo son los caciques sindicales. El presidente logró desactivar cualquier idea de paro nacional por la ley antidespidos y a la par les depositó tres millones de pesos a cuenta de la deuda por las obras sociales.

De los empresarios desconfía porque los conoce y los acusa de no comprometerse ante sus reclamos de que todos aporten para salir del estancamiento. La oposición política, semblantean, es un conglomerado de tribus sin líder fijo a la vista. Nadie con quien conversar. Y además se distancian: “Esto no es 2001”.

Hacen una diferenciación con los gobernadores peronistas. Pero ahí ya se sabe cómo funciona la relación. Es un toma y daca en el que ambos bandos están cómodos porque hay una correlación entre la necesidad de apoyo del dueño de la chequera y los que necesitan de su firma para sostenerse en sus territorios. Si el gobierno no hace sus propios deberes, solo con ese matrimonio por conveniencia tal vez podría no alcanzar.