Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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La ceguera de CFK y la política hereje de los números en contra

El ascenso de Macri en las encuestas está inclinando a Cristina hacia la resignación.

La burbuja de cristal en la que vive Cristina Fernández seguramente le impide ver que el ciudadano común ya ha elegido en qué Argentina quiere vivir a partir del 11 de diciembre de este año. Por lo que se ve y por lo que reflejan la inmensa mayoría de las encuestas, no es por cierto el país de las maravillas que ella pinta cada día y en cada discurso.

"Miren muy bien en qué proyecto de país quieren vivir, piensen bien a quién van a votar"", repitió una vez más el viernes desde El Calafate a modo de clara chicana electoral, embadurnada además por el indisimulable mensaje admonitorio -o simple amenaza- de que en caso de no votar por el candidato de ella, sobrevendrá el caos.

No sabe Cristina, o lo sabe y busca disimularlo detrás de aquellos gruesos cristales, que el 60 o 65 por ciento en promedio de la ciudadanía ya ha sugerido su decisión: no va a votar por ninguno de los candidatos que ella elija o postule con el dedo.

"No votaría por ningún candidato del Frente para la Victoria", y "no votaría por ningún candidato que proponga Cristina", sumó en promedio respuestas cercanas a aquella cifra en la última encuesta de una de las consultoras más certeras a la hora de acertar resultados en todas las elecciones pasadas.

La presidenta intuye, aunque hace enormes esfuerzos por disimularlo, ese destino electoral que todos los escenarios previos en la mesa de arena parecieran confirmar.

Han sucedido dos cosas en la política de estos días que están directamente ligadas a esa prédica alarmista de la mandataria, aunque se verá más adelante que no hay una sola estrategia en marcha.

La primera es el sostenido ascenso de Mauricio Macri en todas les encuestas sobre intención de voto. Y al mismo tiempo, los síntomas de debacle que atosigan al Frente Renovador de Sergio Massa, que parece haber tocado fondo desde aquel fulgurante triunfo ante sus antiguos aliados en las elecciones de 2013.

El ingeniero porteño se perfila ahora mismo y salvo que medie alguna catástrofe impensada, como uno de los actores de una segunda vuelta electoral tras el primer turno del 25 de octubre. Nadie pareciera a estas alturas con capacidad de quitarle ese boleto.

Y hasta hay quienes se entusiasman en el Pro -y lo abonan no pocos observadores- con la posibilidad de que las primarias de agosto funcionen como una primera vuelta electoral, dado que ya en ese paso por las urnas se anticiparía la grieta kirchnerismo-antikirchnerismo, sin matices, que vendría a responder a la división de la ciudadanía que desde el mismo gobierno se impulsó con las peores artes desde el 2003 y que CFK perfeccionó de manera furibunda cuatro años más tarde.

El 25 de octubre en esa teoría obraría como un ballotage de hecho.

Se suma a los análisis otra cuestión no menor, que es aquel freno que ha sufrido Massa, a quien incluso han empezado a abandonar algunos dirigentes que llegaron desde el kirchnerismo entusiasmados con el tigrense y su propuesta de un neokirchnerismo más adecentado.

Los encuestadores estiman que buena parte de la masa electoral que derramaría el tigrense iría a parar a las arcas de Macri, más que a las de Daniel Scioli, a quien la ciudadanía avizora en las encuestas como el candidato del oficialismo, mal que le pese a la doctora y a la fiebre inauguracionista ferroviaria de Randazzo, que figura muy abajo de los sondeos cuando se lo mide con el gobernador.

Y esta es la segunda cuestión que se ha modificado en estos días por imperio de aquella necesidad de Cristina. No sería otra que la resignación de la jefa del Estado frente a esos números. Ella con el corazón quiere que el candidato sea Randazzo, o algún dirigente de La Cámpora, que no mueven el amperímetro en ninguna encuesta.

Pero la necesidad en política siempre ha tenido cara de hereje. La derrota en este caso podría ser catastrófica y hasta le da aire a los que plantean aquello de las PASO como primera vuelta y las elecciones de octubre como un ballotage. Macri, potenciado por el acuerdo con la Unión Cívica Radical, podría arañar un triunfo en primera vuelta si debiera medirse con el ministro del Interior y con el alicaído Massa.

La punta de lanza de esa estrategia la dio un hombre que jamás diría nada sin la autorización de su jefa como es el diputado Carlos Kunkel. Otrora feroz detractor de Scioli, ahora dijo que el kirchnerismo lo aceptaría como una de las dos fórmulas que presentaría el oficialismo como oferta electoral. La otra, claro, la encabezaría Randazzo.

Lo que importa es que ahora Kunkel (léase Cristina) aceptaría al gobernador como "un candidato peronista con cierto tono liberal", mientras Florencio representaría la camiseta de la ortodoxia kirchnerista. Conclusión: resulta que ahora cualquiera de los dos les vendría bien a ella y sus seguidores más recalcitrantes.

La primera pregunta que sucede a esos hechos es si Cristina mutó de aquella idea que destapaban en sus alrededores sobre su impulso a un triunfo de Macri, de modo de ser ella la única e indiscutida jefa de la oposición peronista cuando regrese al llano. Un supuesto que por estar hablando de peronismo vería desmoronarse si ocurriese un hipotético triunfo de Scioli.

"El peronismo siempre se encolumna detrás del nuevo líder", dice y repite un veterano como Hugo Curto. La respuesta a aquel interrogante es no: a ella le han llegado rumores sobre los aprontes que maneja el sciolismo.

El gobernador está decidido a ir por afuera si a último momento lo bajan de las PASO del FpV o, más benévolo, presentarse con lista propia. Su último tributo fue entregar a Gustavo Marangoni en Capital para favorecer a Mariano Recalde, pero hasta ahí llega.

Si se miran las encuestas, ese escenario sería un descalabro para Cristina porque Scioli tiene voto propio y seguramente arrastraría parte del voto cautivo del kirchnerismo y del peronismo tradicional.

En todo caso, sólo el voto cristinista puro se quedaría con Randazzo. Por eso busca ahora contenerlo aunque le cueste disimularlo, y aquella especie de perdón tardío de Kunkel aplica a esta estrategia arrancada desde el espanto y nunca desde el amor.

Nada se va a definir hasta junio, cuando vence el plazo para confirmar candidatos. Como tampoco se va a definir la otra gran cuestión: si la doctora va a ser candidata a diputada nacional, aunque en su entorno lo dan por hecho.

Esta parte del plan la dibujó Máximo Kirchner en Argentinos Juniors cuando dijo que si les toca van a entregar el gobierno, pero nunca el poder. La idea no es otra que armar una buena tropa en el Congreso con Cristina a la cabeza para encorsetar al próximo gobierno, sea de quien sea.