Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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La llamativa tozudez de Cristina al momento de la toma de decisiones

Preocupación en los despachos por el aislamiento. El nuevo capítulo en la saga del vicepresidente. Los funcionarios que callan y los que apoyan. Las investigaciones que avanzan. Una reunión de jueces federales.
El juez Bonadio elevó a juicio oral la causa contra Boudou por la compra irregular de un auto.

Por Eugenio Paillet / elpais@lanueva.com

De buenas a primeras, como si hubiesen descubierto la pólvora, ahora hay demasiados funcionarios del gobierno y aliados de la primera hora preocupados por el aislamiento extremo en el que ha caído la presidenta. Ella apenas si escucha a su hijo Máximo, cuentan, aunque la conversación siempre termina en lo mismo: se hace lo que ella dice.

El problema para esos ceños fruncidos es que falta un largo año antes de llegar al momento de tener que pasarle la banda a su sucesor. Y muchas veces la presidenta no coincide en nada con los diagnósticos que suele recibir para cada caso, sea política, economía o dónde se va a construir una salita de salud en un pueblo del Chaco. Nada nuevo: no hay piedrecilla que se mueva en la administración que no deba ser previamente autorizada por la doctora. Lo sabe de sobra Oscar Parrilli, que más de una vez puso su cabeza en juego por salvarle la ropa a algún desavisado.

Ese mismo aislamiento a ultranza es el que desespera a ministros y candidatos, apenas repasan la saga del caso Boudou. Para profundizar, antes de ir al detalle, habría que recordar que justamente Máximo, se dice que también su hermana, le reclamó no una sino varias veces que se deshaga de semejante pelotazo en contra. Chocaron siempre con aquella misma pared. El rumor que circula y que puede crecer o no en los medios, permitiría entender no solo aquella tozuda soledad en la toma de decisiones, sino también ese escenario en el que ha quedado atrapado el gobierno que algún secretario llama "la crónica de una sinrazón".

Se asegura en los pasillos que, meses atrás, un ministro le preguntó al vice, subidos ambos a un palco donde hablaba Cristina, por qué no pedía licencia o no renunciaba a su cargo, y si no era consciente del daño que hacía a la jefa y al gobierno. Para su sorpresa, el funcionario escuchó decir a Boudou que le había ofrecido "veinte veces" la renuncia o el pedido de licencia. Y que siempre, ella misma o a través de emisarios, le había ordenado quedarse en su puesto

Es decir, hay un primer problema para el gobierno y una obvia deducción que permite ir entendiendo: hoy la única que sostiene a Boudou en el cargo es la presidenta. El resto se calla y mastica bronca en voz baja, como Florencio Randazzo, o sale a apoyar y a brindarle respaldo, más por miedo a que la doctora descubra que sus nombres no figuran en la lista de adhesiones, o justamente solo por eso, para congraciarse. Un ejemplo es Capitanich. Despotrica por lo bajo contra el impresentable vice, pero en público lee las instrucciones que cada noche le deja Parrilli de parte de Cristina. La del viernes fue decir que otra vez las corporaciones mediática y judicial están en verdad detrás del ataque al vicepresidente.

Las impresiones son dos y no son nuevas: una sostiene que la presidenta se cortará una mano antes de reconocer que fue suyo y de nadie más el error de nombrarlo vice a Boudou. La otra, un tanto más temeraria, es que el folklórico personaje sabe más de lo que cuenta en una trama como la de la imprenta Ciccone. Y que si le sueltan la mano y se convierte en arrepentido o por despecho podría dejar muy mal parado a Néstor Kirchner. Esa es la sinrazón a la que hacen referencia: un trucho de nacimiento como Aimé, con once causas judiciales sobre sus espaldas, que además disfruta con hacer gala de su impunidad, del "ojo con tocarme", sea mandado a defender por la doctora contra toda racionalidad y lógica política.

Un tercer argumento conspirativo que se utilizaba y todavía se utiliza, que era decir que si entrega a Boudou después van a venir por ella, ha quedado desactualizado: la Justicia efectivamente va por ella, con el juez Bonadio a la cabeza. "¡Sáquenme ese juez de encima!", dicen que vociferó esta semana delante de Carlos Zannini. También despotricó contra el radical Gerardo Morales. "Ese tipo a mí no me va a torcer el brazo". Tozudez a ultranza.

Ninguna de esas preocupaciones alcanza para disimular otra mayor, que los estrategas no saben cómo tapar: la presidenta, el vice y el jefe de Gabinete, es decir las tres principales autoridades del gobierno, están siendo investigados por los jueces por sospechas de lavado de dinero, hechos de corrupción o gruesos faltantes en la montaña de plata que se destina al Fútbol para Todos. Con el agravante de que, en el caso de Cristina, Bonadio ha puesto la mira en los hijos. Hay indicios en la causa de Hotesur que le apuntan a Máximo como el que manejaba toda la operatoria desde la inmobiliaria de Río Gallegos.

No es poco. El relato es cada vez menos eficiente, con la épica y los pibes ya no alcanza. Y la ofensiva judicial ocurre a un año de la entrega del poder, demasiado tiempo para el gusto de los operadores. La imagen de Boudou sentado en el banquillo del juicio oral en plena campaña electoral, allá por marzo o abril, y hasta la no descartada convocatoria a declaración indagatoria de la presidenta y su hijo, es un espanto para cualquiera de aquellos estrategas oficiales.

El panorama se completa, para suponerlo sombrío, con la frutilla del postre: los jueces federales se han reunido en estos días y se han juramentado avanzar sin detenerse en probables chicanas, carpetazos o represalias. Hasta un amigo de la casa como Sebastián Casanello ha participado de esa jura. "Si ellos vienen por nosotros, nosotros vamos a ir por ellos", cuentan que fue la proclama.