Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Pizza conmigo

L a pizza no se come sola, o no debería; la pizza se comparte. Hay algo en su forma y diseño que obliga a cortarla en partes iguales; la pizza es subversiva, quiere que todos reciban lo mismo.

En su redondez tradicional no acepta cabeceras, ni espacios de mayor preferencia, todas sus caras infinitas tienen lo mismo que ofrecer. Su base de pan nos aúna a los inicios de la humanidad, hay documentos que testifican similares tipos de comida desde la época neolítica. No sabe de fronteras, es de los egipcios y de los napolitanos, tanto como de los griegos o de los somalíes.

La pizza es de los pobres y de los ricos. Prohibida en las cortes de la oligarquía italiana, obligaba al rey Fernando I a huir disfrazado al terreno de los menesterosos a comer su pan, en la bella Nápoles.

Se mete en los Oscar, en plena ceremonia, y en el espacio sideral, siendo el primer alimento que en su modalidad delivery fue alcanzado a una estación espacial en 2001. Esto es cierto. Y por si se pregunta, era una pizza de salami.

La pizza hace historia. Se come parado o sentado, en puestos ambulantes como en sus inicios, en casa con los pies en el sillón o en las pizzerías que inundan con lógica cada lugar de este planeta tierra. Fría o caliente, como almuerzo, desayuno, merienda o como cena. La pizza no discrimina. Se come con la mano, en un plato, en una tabla, con cubiertos, enrollada, en un cono. La pizza no tiene protocolo, es irreverente. Es clásica y poética, como en su modalidades puristas Marinara o Margarita --la primera en honor al retorno de los pescadores italianos salvos y sanos a las costas de Nápoles; la segunda en homenaje a la reina italiana Margarita.

También es glamorosa y chic cuando se tapa de rúcula y semillas de sésamo. Es para los veganos, como para los carnívoros, para chicos y para grandes. Estadísticamente, se come más pizza el día sábado que ningún otro día de la semana. La pizza busca compañía, partidos de fútbol, charla de amigos, cumpleaños.

La pizza tiene fanáticos, día propio, perfume, maratón, remeras, slogans, documentales. Es tal su universalidad que posee locales dedicados exclusivamente a su elaboración.

En nuestra ciudad, los memoriosos rescatan dos nombres como precursores, Pizzería Pepito, en calle Alsina al 200, y Tomasito en Villa Mitre. De Pepito solo quedaron las anécdotas, y un final no muy feliz, pero Tomasito aún es un local de venta de pizza y desde calle Falucho se ofrece a contar la historia que lo precede. En los mismos tiempos, en el mercado comunitario, Pizzería La Chiquita bajaba las porciones de pizza en un montacargas. Dicen que sentarse en la barra y observar ese acto mágico con ojos de niño era simplemente fascinante, aún lo es. Bahía Blanca tiene una herencia italiana rica y presente, hay más pizzerías en cualquiera de sus modalidades que ningún otro local gastronómico de especialidad exclusiva, seguido de cerca por las empanadas. Es más, creo que si bajamos los televisores este fin de semana, no sería raro que escuchemos resonando en las calles, che, ¿y si nos comemos una pizza?