Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

El frío no impide pasar unos días muy agradables

Una buena caminata junto al mar (claro que abrigados) o por los bosques que están próximos puede mezclarse con el sabor de una gastronomía que mantiene un gran nivel.

El balneario atlántico de Miramar, en invierno, tiene un encanto muy especial y una gastronomía exquisita. Los ravioles verdes fritos de “Nanni Cocinero” son adictivos, y ni qué decir de la fenomenal carne del asador “La Villa”, donde prohíben tomar vino malo porque la vida es corta.

Lo más nuevo es el programa Miramar Trascendental, que abarca la experiencia culinaria de Lotus Cocina Viva, y que también ofrece yoga frente al mar. Una delicia.

Lo necesario para el Miramar del tiempo frío es esto: un buen libro (Un mundo sin fin, de Ken Follett, viene bien, aunque es pesado); una campera abrigada, botas y a vagabundear por este destino que se vende como slow, como una buena receta para el desacelere urbano.

No hay que desdeñar nunca los frutos del mar cercano, ni las pastas con salsas, la de hongos es irresistible, que sirven en los reductos del circuito gastronómico. Se necesitarán varios fines de semana para completarlo.

La flamante Bodega y Viñedos Trapiche es la nueva e interesante visita para esas tardes en que puede asomar la nostalgia. Entonces, nada mejor que una degustación tan demorada como conversada, para entender bien el proceso de elaboración de los vinos.

El vivero y el bosque energético proponen una buena experiencia sensorial, en la que nadie se resiste a abrazar el tronco de los árboles altísimos, donde los pájaros no entran y los palitos se pegan mágicamente a la madera.

La llamada “caminata consciente”, es lo más nuevo. Hay que sentirla, simplemente no se puede explicar.

Allí está el museo “Punta Hermengo” que exhiben piezas paleontológicas y los huesos de algunas ballenas que perdieron el rumbo y murieron en esta ciudad con alma de pueblo.

Un poco más al sur se extiende el mundo de las dunas, una comarca arenosa sólo apta para camionetas de buena tracción, donde recalan los fans del sandboard, esos delirantes que aman el vértigo.

Los surfistas están siempre activos en el invierno de Miramar, convencidos de que allí se encuentran las mejores olas, mientras que los místicos se rinden ante la oferta de armonizar cuerpo y espíritu con cuencos de cristal de cuarzo, y ni que hablar de las experiencias de relajación con instrumentos musicales tibetanos.

Alejada, pero no tanto, está la tranquila Mar del Sur, que posee un histórico albergue, el Hotel Boulevard Atlántico, de fachada estilo italiano, construido en 1891.

A este hotel llegaron inmigrantes judíos que habían venido al país a bordo del vapor “Pampa”, y que esperando llegar a las prometidas tierras entrerrianas pasaron allí un gran verano. Para los lugareños siempre serán los “pampistas”.

Y muy cerca está el paraje Rocas Negras, llamado así porque las piedras están cubiertas de caracoles oscuros. Una de sus casas está intervenida por el prestigioso arquitecto Clorindo Testa, y es casi un lugar de peregrinaje.