Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Los juveniles, con números en rojo

Las últimas dos participaciones de los seleccionados Sub 20 y Sub 17 en los torneos Sudamericanos de Ecuador y Chile, respectivamente, reflejaron el caos institucional que desde hace un largo tiempo prevalece en el fútbol argentino.

El proceso se fue agudizando progresivamente y la crisis ya superó los ocho años. Ni los títulos regionales obtenidos por el Sub 17 en 2013 y el Sub 20 en 2015 ayudaron para frenar la abrupta caída que experimentaron los equipos juveniles albicelestes.

El panorama actual denuncia el claro deterioro. Las dificultades organizativas y la falta de coordinación en el trabajo formativo derrumbaron las estructuras que sostenían el éxito. Se perdió una línea de juego característica y también un período de preparación muy valioso, que hoy es difícil de recuperar.

En un contexto de desorden e improvisación, ambas categorías convivieron con la decepción y los resultados adversos. En esa etapa negativa, la Argentina participó en seis mundiales: no ganó ninguno, dos veces quedó afuera en primera ronda y solo en una oportunidad clasificó a las semifinales. En otras tres ocasiones, ni siquiera estuvo presente por no haber superado la prueba sudamericana.

El último gran recuerdo en juveniles se remonta al oro olímpico en Pekín 2008, el segundo en la historia del fútbol nacional luego del conseguido en Atenas 2004 de la mano del “Loco” Marcelo Bielsa.

Con el pasaporte a China asegurado desde un año antes con Hugo Tocalli como entrenador, Sergio Batista se hizo cargo de un plantel muy calificado para afrontar esa competición. Lionel Messi, Sergio Agüero, Ezequiel Lavezzi, Javier Mascherano, Angel Di María y Juan Román Riquelme, entre otras individualidades de calidad y prestigio, le otorgaron a nuestro país la medalla dorada en la definición frente a Nigeria.

Después de ese logro en los JJ.OO., la selección Sub 23 faltó en Londres 2012 y se volvió rápidamente de Río 2016 tras ser eliminada en la fase de grupos. Recientemente, quienes pasearon sus penurias fueron los pibes del Sub 20 y el Sub 17 al no contar con un respaldo dirigencial serio de parte de la AFA.

La escuadra dirigida Claudio Úbeda entró de manera milagrosa a la cita ecuménica que se desarrollará en mayo próximo en Corea del Sur y los más chicos, orientados por Miguel Ángel Micó, no pasaron la zona clasificatoria con apenas un triunfo y tres derrotas.

Las desprolijidades que rodearon a la elección del mencionado Úbeda -llegó al cargo sin presentar un proyecto previo y por fuera del casting que promovió la Comisión Normalizadora- se sumaron a otro despropósito como lo fue participar de un certamen amistoso sin un cuerpo técnico oficial.

Por ejemplo, el Sub 20 viajó en agosto pasado al Torneo de L'Alcudia, en Valencia, con entrenadores prestados que cubrieron la emergencia. Ariel Paolorossi, coordinador de Lanús, dirigió al conjunto que posteriormente se consagraría subcampeón al caer en el encuentro decisivo con el local España.

Sólo esta insólita situación basta para entender porqué el fútbol juvenil argentino necesita una profunda e impostergable reestructuración para volver a las fuentes y resguardar el futuro.