Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Una gesta inédita e inolvidable

L a proeza que se le presentaba al Barcelona era mayúscula. Nadie antes en la Champions League había logrado dar vuelta un 0-4 en el partido desquite. Sin embargo, en un encuentro que ingresará en la historia del fútbol, el Barsa consiguió remontar el resultado negativo y meterse en los cuartos de final de la competición europea ganando 6-1.

Hasta que el conjunto blaugrana firmó la hazaña el miércoles pasado, el 4-0 se había intentado levantar en 57 ocasiones sin poder concretarlo. Solo en cuatro casos se llegó a rozar el milagro.

Las derrotas, muchas veces, son tan dolorosas que se convierten en un revulsivo. Y ese marcador adverso en París tocó las fibras más íntimas de los jugadores del club catalán. En apenas tres semanas, el Barcelona se regeneró de una manera increíble.

Pasó de un equipo vapuleado y sin respuestas en el Parque de los Príncipes, a otro determinado, valiente y eficaz que materializó una gesta sin precedentes e inolvidable en el desbordante y eufórico Camp Nou.

Después de asimilar las feroces críticas que dieron lugar a una profunda autocrítica y al juramento del plantel de torcer el rumbo de la eliminatoria con el PSG, la recuperación comenzó a notarse progresivamente en Liga de España con cuatro triunfos consecutivos –dos de ellos, los últimos, por goleada– que lo depositaron provisionalmente en la vanguardia por encima del Real Madrid.

Ese creciente desempeño en el campeonato local representó el impulso necesario para afrontar el compromiso decisivo frente a los parisinos con el desafío extra de tener que luchar contra la abultada desventaja del choque inicial.

El Barsa no les falló a quienes creían en una épica remontada y asombró a aquellos que la consideraban virtualmente imposible. Apeló más a su corazón que a su estilo de juego, aprovechándose además de la deslucida imagen de su rival francés, que entró en pánico luego del fulgurante gol de Luis Suárez cuando apenas había comenzado el cotejo.

El 2-0 parcial de la primera etapa, la paciencia ante la transitoria desilusión que significó el descuento (3-1) anotado por el uruguayo Edinson Cavani y el coraje demostrado en los ciertamente “locos” minutos finales fueron forjando la epopeya. Claro que los errores del árbitro alemán Deniz Aytekin también influyeron, especialmente en la sanción del penal a Suárez sobre el filo del tiempo reglamentario.

Con el PSG encerrado en sus dominios y dedicado a romper todas las líneas de conexión con Lionel Messi, esta vez emergió la figura de Neymar para asumir sobre sus espaldas la conducción de la escuadra azulgrana.

El crack brasileño exhibió su clase con dos goles en tres minutos (del 87 al 89) y su lucidez para concebir la exquisita maniobra que derivó en la agónica conquista de Sergi Roberto, con las agujas del reloj consumiendo el adicional.

La real medida de la heroica clasificación se evidenció en ese grito tan estruendoso que hizo temblar hasta los alrededores del estadio, según detectó un sismógrafo ubicado en sus proximidades.

En un partido que quedará grabado por siempre en la memoria de todos, el Barcelona jamás dejó de creer, reivindicó su grandeza y selló la hazaña que lo hizo entrar en la leyenda.