Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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La certeza del fin de ciclo K comenzó a apurar a todos por igual

La inesperada virulencia del coloquio empresarial en Mar del Plata agregó más inquietud a una escena política dominada por la ansiedad que despierta el futuro recambio presidencial, tanto en la oposición como en el FpV.

Por Eugenio Paillet / elpais@lanueva.com

Uno de los impactos más fuertes de la semana, salvo un par de disidencias previsibles, ocurrió durante el coloquio empresarial de Mar del Plata. Impresionó la virulencia con la que hombres de negocios, analistas y dirigentes políticos se descargaron casi con despecho, después de tantos años de destratos y humillaciones para plantear lo que, a estas alturas, muy pocos se atreven a refutar: el fin de ciclo del kirchnerismo está a la vista.

El factor de poder empresario dejó señales de que considera al tan mentado modelo como definitivamente agotado, y lo hizo además al plantearle a los candidatos de la oposición -cuando falta más de un año para el traspaso de la administración- un necesario pacto de gobernabilidad.

En todo caso han dejado una duda picando que no podría ser de otra manera, si a la par se escucha a quienes, desde el kirchnerismo, salen a intentar refutar esos argumentos y presagios: nadie sabe a ciencia cierta qué hará Cristina Fernández. Hacia dónde saldrá disparada ante lo inexorable de su destino.

También, por supuesto, expresan temores sobre qué pasará con la economía, la inflación, el crecimiento del desempleo y en modo especial cuál será el clima de inversiones dentro de poco más de un año.

Por algún costado, ese mismo temor sobre los planes de la presidenta ha convertido al propio oficialismo en un tembladeral. Un escenario que se va construyendo, con el paso de los días y la lectura de decenas de encuestas que aterrizan a diario en la Casa Rosada, es la suposición cada vez más firme de que la presidenta va a acordar con Daniel Scioli.

Sea porque no le queda más remedio, ya el gobernador bonaerense es el único que compite seriamente en los sondeos con Sergio Massa y Mauricio Macri. Sea porque además ella imagina a Scioli apenas un delegado suyo en el gobierno cuando le toque volverse a Calafate. O ser jefa de sus propios diputados en el Congreso, o el más apetecible cargo de jefa de la oposición, siempre dispuesta a socavar gobiernos ajenos, si por caso el nuevo presidente es Massa o Macri.

Esa bendición al exmotonauta, todavía no escrita, ha puesto en pie de guerra al resto: desde Florencio Randazzo, que lo considera casi un empleado de los grupos económicos concentrados, hasta Sergio Urribarri, que proclama que todo es mentira, pasando por Aníbal Fernández, que dice que Scioli no es el candidato del FpV.

Buena parte del malestar de esos precandidatos remite a un escenario que, desde el sector más incondicional del cristinismo, se ha venido planteando en los últimos días, y sobre el que hizo punto una encuesta de Artemio López. Y que ellos, por supuesto, rechazan porque lo consideran una maniobra para desplazarlos. Aunque uno de ellos utilizó otra palabra, irreproducible.

La especie en cuestión sostiene que el kirchnerismo unido detrás de Scioli, con la bendición de Cristina, ganaría las elecciones en primera vuelta. Lo repitió el viernes, detrás de D´Elía, Conti, Berni y Di Tullio, entre otros, el diputado Héctor Recalde.

Se apoyan en lo evidente y en expresiones de deseos por dosis parecidas. Dicen que la oposición está desarticulada y a la defensiva, que la presidenta se mantiene en el centro de la escena, que retiene la iniciativa y eso le daría algún repunte en materia de imagen con un piso del 30%.

La cuenta que sacan es fácil: si le suman a eso los votos de Scioli, deberían alcanzar el 40% necesario para ganar, si el segundo obtiene menos de 30%. Claro, hoy en cualquier sondeo ninguno de los candidatos del arco opositor supera el 25/26% de intención de voto.

Y hasta dicen que hay un plan en marcha para conseguir el objetivo, que podría responder algunas de las dudas del coloquio marplatense. Primero llegar a fin de año con las cuentas en orden. Suman los u$s mil millones del bono atado al dólar, más los 5.700 millones que Capitanich y Kicillof le arrancaron a las cerealeras, y otros mil millones del swap con China.

En paralelo, están armando un ejército de policías y gendarmes para evitar saqueos en diciembre, mientras Julio De Vido deberá garantizar con su cabeza que no haya cortes de luz y se repita el caos de diciembre pasado.

Ese escenario sería un golpe de nocaut para éste y cualquier otro plan: la sociedad ya viene harta por la inseguridad, la inflación y el desempleo, como para bancar un fin de año a oscuras.

La frutilla del plan será acordar con los fondos buitre en enero. Un dato que ya casi nadie en el gobierno niega, aunque aquí hay dos versiones. La primera es pagar para volver al crédito internacional, imprescindible para atravesar el último año. En todo caso, la duda es cómo hacerlo sin lesionar el relato o a la claque aplaudidora.

La otra es más temeraria: Cristina está aterrorizada por el avance de la investigación británica pagada por el Fondo NML de Paul Singer. Aparecerían allí oscuras cuentas de la plata de Santa Cruz que Néstor Kirchner sacó al exterior a través de Lázaro Báez.

La doctora dijo en 2012 que con esos fondos se habían pagado sueldos a los estatales santacruceños. ¿Por eso habría que pagarle a los holdouts en enero? ¿Para comprar su silencio?