Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Detalles de una saga escabrosa

Con esta pulseada sobre Nisman y Maldonado, Macri y Cristina logran mantener viva la polarización que les sirvió para las PASO de agosto.
Detalles de una saga escabrosa. Crónicas de la república La Nueva. Bahía Blanca

Como en un juego de espejos, el Gobierno y Cristina Fernández parecieran enfrascados en la misma tarea, que es ver quién le carga un muerto a quién. Cristina insiste en culpar a Macri por la desaparición de Santiago Maldonado, y ello pese a que en su entorno le aconsejan empezar a despegarse del caso porque "no vende" en las encuestas, y la sociedad opina que lo que ella hace, o lo único que le importa, es sacar rédito político -y de paso o al mismo tiempo- buscar hundir al Gobierno.

Pero una cosa es lo que le digan sus asesores catalanes o ecuatorianos y otra es Cristina otra vez en estado puro, después del rol de carmelita descalza que aceptó jugar antes de las PASO. Primero, vale aclarar que no hay absolutamente ningún indicio que permita asegurar que Maldonado está muerto o vivo. Nada más se supo de él desde aquel 1 de agosto y es todo lo que se sabe.

Pero en la prédica de la doctora y de sus más duros voceros, como Bonafini, D´Elía y Carlotto, pasando por los blogueros que responden a Máximo Kirchner, aparece a veces disimulada esa presunción que respondería a una urgente necesidad electoral. Hebe dijo en la Plaza de Mayo que al artesano lo mandó a matar Macri para escarmentar a los que rechazan el modelo económico, el "ajuste". Cristina nunca hizo nada por apartarse de ese exabrupto. Cuando pudo haberlo hecho como, por caso, aceptó que no es bueno decir "Macri, basura, vos sos la dictadura" porque es piantavotos según sus consultores externos.

Conclusión: ella "necesita" que el desenlace del caso Maldonado sea el peor. Y que eso ocurra unos días antes de las elecciones del 22 de octubre. Las sospechas en torno a esa "necesidad" de Cristina que anida en algunos despachos del Gobierno comenzó a entroncarse estos días con algunos retazos de información que provienen del sur, como el que sostiene que los mapuches sacaron a alguien del río y se lo llevaron hacia el interior de sus territorios.

De ser cierta esa información, y para el caso absolutamente hipotético de que se tratase de Maldonado: ¿para qué, con qué intenciones?, se preguntan intrigantes en esos despachos. Elisa Carrió se lo dijo a Macri hace un tiempo: "Te quieren tirar un muerto".

Del lado del Gobierno no le van en saga si bien se mira. Esta semana fueron varios los que salieron a batir el parche sobre la pericia de la Gendarmería que sostiene que el fiscal Nisman no se suicidó sino que fue asesinado. Garavano y Michetti, ente otros, abonaron sin disimulos la teoría de Carrió, que apenas bajó del avión que la trajo de su viaje a Jerusalén dijo que a Nisman lo mandó matar el gobierno de Cristina. "Hay que darle crédito", aprobó sin cuidar las formas el ministro de Justicia. "La sospecha generalizada es que algo hubo que responsabiliza al kirchnerismo", completó la vice desde Naciones Unidas. Por lo demás, resulto evidente que antes de la acusación de Lilita y del aval que recibió esa presunción de parte del Gobierno, desde despachos gubernamentales dejaron trascender generosamente retazos de la pericia de los científicos de la Gendarmería.

Y eso ocurrió justo en medio de la ofensiva de Cristina y sus muchachos por culpar a Macri y al Gobierno por el presunto, y de ningún modo probado, malogrado destino del artesano. Desde la otra vereda, el hermano de Maldonado, Sergio, aporto lo suyo desde el principio cuando dijo que no iba aceptar otra hipótesis que no sea la que la familia sostiene: que a Santiago se lo llevó la Gendarmería por orden de Patricia Bullrich. Con matices, es la misma línea que sostiene el cristinismo.

Una primera mirada por encima de esos afanes de uno y otro lado por cargarle un muerto al bando enemigo permite sostener un primer análisis: el Gobierno y la expresidenta parecieran jugar esa parte de sus fichas para conseguir mejorar sus respectivas chances electorales en octubre. O lo hacen con la convicción de que podrán mejorar su cosecha de votos justamente a expensas del otro.

Resulta curioso ese modus operandi del macrismo para cargarle a su enemiga la muerte de Nisman o de la expresidenta de acusar al gobierno por la desaparición de Maldonado en el marco de un plan sistemático al estilo del que se aplicó en la dictadura, cuando en ambos bandos leen encuestas que sostienen que la sociedad no está pendiente de la resolución de esos temas, sino de la mas cotidiana y terrenal cuestión de la economía y de cuanta plata tiene en el bolsillo para llegar a fin de mes o del mayor o menor temor a perder el empleo, o a no encontrarlo para el que no lo tiene. Eso dicen los números que manejan en el Instituto Patria y en despachos de la Casa Rosada.

Una segunda conclusión vendría enganchada de la anterior y de la mano de lo que se escucha a uno y otro lado del mostrador. Que con esta pulseada sobre Nisman y Maldonado, Macri y Cristina logran mantener viva la polarización que ambos aceptaron aunque sin que se juntaran para firmar papel alguno, que les sirvió para las primarias de agosto y que les servirá para cuando llegue el domingo 22 de octubre.

Puede gustar o no pero algo de razón habría que concederles, no importa el profundo rencor que se profesan. Basta mirar la desesperación que cunde en los campamentos de Massa y Randazzo. O de la izquierda de Pitrola-Del Caño, que sale a proclamar ahora que ellos no son kirchneristas.