Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Los conflictos opacan la reactivación

Los conflictos opacan la reactivación. Análisis económico La Nueva. Bahía Blanca

El cierre de plantas y los despidos resultaron una noticia constante en lo que va de 2017. Las estadísticas laborales, sin embargo, no muestran una reducción en la cantidad de trabajadores formales.

Esto significa que si bien hay gente que en los últimos meses perdió su trabajo, otras lo encontraron.

Lo sucedido con las empresas que se dedicaban a la producción de notebooks es un claro ejemplo de una industria que expulsó empleados ante la eliminación del arancel para importar. El de Pepsico es un caso distinto, ya que sucede por una reestructuración de las operaciones de la multinacional. “La planta no es competitiva”, explicaron en un comunicado a fines de la semana pasada.

El enfrentamiento entre un grupo que había tomado la planta de Vicente López y la Policía dominó las noticias de la semana y volvió a poner en un lugar principal las tensiones relacionadas con un modelo distinto para la economía.

Sin embargo, la decisión de cerrar la fábrica no tendría que ver con alguna medida puntual del Gobierno que complica a la empresa, sino con una reestructuración relacionada con costos logísticos y la necesidad de seguir produciendo desde otras plantas ubicadas, por ejemplo, cerca de Mar del Plata.

La pérdida de puestos de trabajo, de todas maneras, empañan los datos de reactivación cada vez más concretos que presenta la economía.

Los números del INDEC ya no dejan margen para las dudas, a lo que se suman las estimaciones de consultoras privadas: la economía argentina dejó atrás la recesión y presenta señales bien claras de crecimiento.

Por ahora algo tímidos, pero que en el tercer trimestre serán todavía mucho más contundentes. La estimación es que para fines de septiembre la actividad se estará expandiendo a una tasa cercana al 5%.

Con este repunte, no luce descabellado vaticinar que el PBI podía crecer finalmente alrededor del 3% este año.

El ritmo de la mejora no es un dato menor. Fue bastante tibia en el primer trimestre, ganó fuerza en el segundo y se está consolidando en el tercero.

Pero está claro que el gran problema sigue siendo que el público continúa sin sentir claramente esta recuperación.

Al menos no en el caso de una amplia mayoría. Justamente los distintos casos de compañías de primera línea que atraviesan fuertes crisis y han incurrido en despidos (como Sancor, Pepsico o Banghó) generan incertidumbre y de alguna forma tapa las buenas noticias que presentan los indicadores económicos.

Claramente, la industria textil también continúa expulsando gente, en un contexto de mayores dificultades para competir, fuerte aumento de costos y caída de ventas.

Pero hay sectores que viven una realidad distinta, aunque resulte menos estridente.

La construcción tiene un claro despegue y es el sector que más crece junto con el campo. Pero también se registran fuertes aumentos en la venta de autos, motos, inmuebles e incluso supermercados mayoristas.

Esto significa que al mismo tiempo que hay sectores que recuperaron parte del terreno perdido en los últimos años y están generando empleo, aunque es cierto que no se da en forma masiva.

Uno de los grandes desafíos que tiene por delante el Gobierno es que esta mejora indiscutible de los índices también se sienta en la calle. Claro que la oposición hará todo lo posible en estos meses para que eso no suceda. De hecho, tanto la campaña de Cristina Kirchner como la de Sergio Massa, los principales opositores en la Provincia de Buenos Aires, apuntan exactamente al deterioro que sufrió el bolsillo en el último año y medio.

Para el kirchernrismo, el gran culpable no es ningún otro sino Mauricio Macri.

La suba de la inflación, en parte por la devaluación del 2015 y en parte por el ajuste tarifario, es parte de un plan para pauperizar a la población, según denuncian quienes estuvieron en el poder.

Nadie se hace cargo del enorme atraso cambiario generado por el cepo ni de las consecuencias de haber mantenido las tarifas congeladas por una década.

Se da hoy una situación bastante contradictoria. Mientras que la actividad mejora, los indicadores de confianza del consumidor o en el Gobierno se siguen deteriorando.

De hecho, el Índice de Confianza del Consumidor (ICC), que mide la Universidad Di Tella, cae 8,1% con respecto al mes de mayo.

En la comparación interanual el índice muestra una disminución de 1,2% respecto a junio de 2016.

La expectativa del equipo económico es, por supuesto, que en algún momento confluya la mejoría de la actividad con la “sensación térmica”.

Pero es una verdadera carrera contra el reloj. Se acerca el calendario electoral y crece la necesidad de que se vean resultados para mejorar las chances en los comicios. No está claro, sin embargo, que la economía vaya a jugar claramente a favor del Gobierno en octubre, aún en medio de una franca recuperación.