Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Cristina piensa en quedarse

Cristina Fernández, el jueves pasado, durante la inauguración del centro cultural “Néstor Kirchner”, en el antiguo palacio de Correos de Buenos Aires.

Los datos de la escena política de estos días serían muy claros en dos direcciones: primero, las señales que el Gobierno nacional entrega hacia afuera y hacia el interior de su propia tropa, sobre el convencimiento de que pueden seguir siendo Gobierno más allá del próximo 10 de diciembre. Y, por el otro costado, las advertencias cada vez mas puntuales desde la oposición acerca de que, si no hacen algo al respecto -como por ejemplo unirse detrás de un candidato que salga de unas PASO entre todos ellos- eso que pregona el cristinismo en una de esas podría ocurrir.

En el primer caso hay datos puntuales. La presidenta habla y gesticula, convencida primera que nadie, que el kirchnerismo ganará las elecciones presidenciales y que ella misma podría quedarse con el manejo del poder político y económico, sea desde una banca en el Parlasur, desde la Cámara de Diputados, utópicamente como gobernadora bonaerense o desde la localidad santacruceña de El Calafate.

La doctora entregó esta semana señales muy firmes. Dijo que el ministro de Economía, Axel Kicillof, es su brazo derecho y su mejor alumno, pero aclaró que ella es la jefa y la dueña de las decisiones en materia económica. “Así va a seguir siendo”, lanzó en un mensaje tanto para Daniel Scioli como para los empresarios que se reunieron esta semana, preocupados por un escenario de continuidad en la Casa Rosada. “Que no se preocupen que yo voy a seguir respirando”, dijo en otra cadena nacional, en dirección a quienes la suponen con fecha de vencimiento en el manejo pleno del poder.

El propio Kicillof se suma a esa andanada de buenos augurios y deja picando la idea, plasmada en múltiples corrillos, de que no hay que descartarlo como ministro de Economía de un gobierno peronista. Aclaró que lo suyo no es la vicepresidencia, que la presidenta nunca se lo insinuó. Y se verá más adelante que hasta se tejen otras variantes para esa alquimia que trabajan los laboratorios ante un supuesto triunfo de Scioli: Cristina manejando los hilos desde afuera y el “chiquito” como su delegado superior en el futuro gabinete. La trilogía se completaría con miles de “pibes” de La Cámpora controlando todo desde las entrañas mismas de la administración.

La segunda de aquellas direcciones entrega a la vez lo suyo en materia de cuitas y ceños fruncidos. Son varios los opositores al Gobierno que advierten que algo hay que hacer para evitar que la pesadilla se convierta en realidad. De la necesidad de unirse han hablado Francisco De Narváez, tal vez el más enfático; Roberto Lavagna, que alertó sobre el riesgo latente; en la semana se pronunciaron en la misma dirección José Manuel De la Sota y Adolfo Rodríguez Saá; el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, se sumo a los que reclaman hacer algo. Y el precandidato presidencial del Frente Renovador, Sergio Massa, envió a su mujer, Malena Galmarini, a decir que “hay que unirse para evitar que siga gobernando Cristina (sic)”.

Todos, salvo Mauricio Macri. El alcalde porteño, convencido de que con la pureza del Pro le alcanza y sobra, rompió cualquier posibilidad de acuerdos por consejo del ecuatoriano Durán Barba, quien llegó a decirle a su cliente que “si Massa quiere un arreglo tiene que ser con rendición incondicional”.

Si la oposición hará algo más que quejarse o advertir sobre lo que puede pasar está por verse. Lo primero sería que se bajen de los egos y los problemas de cartel. De momento el panorama reflejaría que así como están las cosas hoy, todo termina en un balotaje entre Scioli y Macri.

Los planes continuistas de Cristina van desde ponerle el candidato a vice a Scioli y Florencio Randazzo, hasta asegurar que varios de los ministros actuales van a seguir en una eventual administración K: Kicillof, “Wado” De Pedro, Julián Alvarez, Lino Barañao, Agustín Rossi, los ejemplos sobran. Los rumores sostienen que Cristina le impondría a Scioli como vice al radical K devenido ultracristinista Gerardo Zamora. Y si gana la presidencia, a Kicillof como jefe de Gabinete con un ministro de Economía digitado por Cristina y su mejor alumno. En el sciolismo están al tanto de estos enjuagues y hasta mencionan a Silvina Batakis como prenda de paz por su estrecha cercanía con Kicillof.

De Randazzo, que se anotició tarde del baldazo en las encuestas que significó su exabrupto contra Scioli, se empezó a mencionar esta semana que tendría que llevar como candidato a vice a Jorge Taiana. Sería otra decisión de Cristina para conformar a los movimientos sociales y parte de La Cámpora que apoyaron su postulación y quedaron heridos por la orden de bajar al excanciller de la pelea. El ministro se sumó por estas horas en privado a aquella fiebre continuista y confesó que, si la doctora se lo pide, dejaría el mismo gabinete, sin cambiarle una coma, en caso de acceder a la Casa Rosada.

Luces de alerta se han encendido en los laboratorios por el deliberado apoyo de Cristina a Randazzo. Se refieren al costo político a pagar si Scioli le gana las PASO por cifras drásticas. La pregunta remite a lo que ocurrió en Buenos Aires: ¿allí perdió Mariano Recalde, o perdió el candidato de Cristina? Si se confirman los sondeos y Scioli gana 50 a 25, ¿pierde Randazzo o el candidato que claramente apoyó la doctora?

Lo mismo que otra tantas veces, desde Amado Boudou para acá, esas prevenciones que intentan llegar a la presidenta chocan invariablemente contra la misma pared, levantada con mezclas parecidas de autosuficiencia, tozudez y soberbia.