Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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En pleno Mundial, dos pelotazos en contra para el gobierno de Cristina

En pocos días se agudizaron los problemas en la Casa Rosada: al riesgo de un nuevo default, como consecuencia de la febril disputa con los holdouts, se sumó el procesamiento de Amado Boudou por la causa Ciccone.

Por Eugenio Paillet / elpais@lanueva.com

Con una mirada más amplia, que va más allá de la coyuntura, en los pasillos del gobierno solía escucharse un razonamiento bastante atendible por ser de quien viene: aquello tan remanido y gastado de cuidar a fondo lo que se dice, “el relato”, sin detenerse demasiado a mirar la basura que al mismo tiempo corre por debajo de la mesa.

Decía ese argumento, aún antes de que la pelota entrara a rodar en Brasil, antes de que se recalentara a niveles no previstos ni calculados el problema de los holdouts, y antes de que comenzara el inexorable derrape de Amado Boudou , que la presidenta obraba en torno a ambas cuestiones con la mirada fija en un escenario: que el tema de la deuda, y de un posible default, le estalle no a ella sino al gobierno que la suceda. Sea peronista o de otro signo.

Del mismo modo que la orden a los abogados del vicepresidente era patear todo lo que se pudiese la causa hacia adelante, con la ilusión de que lo peor que le pueda pasar a esa criatura de su exclusiva invención la encuentre a ella en algún cargo regional, porqué no internacional, o en su lugar en el mundo, pero nunca en la Casa Rosada.

Todo se desbarrancó en pocos días, quizá en horas, por imperio de dos jueces hartos de que el gobierno les haga trampa todo el tiempo. Que hoy les diga una cosa y mañana otra, para volver al día siguiente al punto de partida. O que ante cada avance de la causa contra Boudou, aparezcan dilaciones, nuevos pedidos de indagatoria, viajes al exterior, el pelo en la sopa, etc.

Vale detenerse para corroborar ese escenario en primer término en el procesamiento del vice. Era un secreto a voces el viernes por la tarde en los tribunales federales que Ariel Lijo iba a procesar “si o si” a Boudou la semana que viene, a lo sumo la que sigue, pero de seguro antes del inicio de la feria judicial.

El expediente estaba listo y sólo esperaba su firma. Hasta que apareció una nueva chicana del vicepresidente, que fue pedir otro llamado a indagatoria porque tenía “cosas para ampliar”. Dicen algunos, y no habría razón para no creer, que un juez de familia peronista como es Lijo, también obró de apuro y sacó el procesamiento el viernes por la noche indignado por la foto de Boudou en Cuba, con la imagen del Che Guevara recortada a sus espaldas.

Recuérdese: los problemas de Cristina y Zannini con los abogados del vice, la decisión de cambiar de estudio, venía por el lado de reclamar lo que no estaban cumpliendo, es decir llevar los tiempos procesales a largo, bajo el plan de que las apelaciones obvias ante los tribunales superiores (cámara, casación, Corte Suprema y tribunales internacionales) harían el resto y la doctora podría irse del gobierno dentro de 18 meses con Boudou todavía dando vueltas por los despachos judiciales.

Lijo no es un marciano y sabía de todos estos enjuagues. Al parecer decidió obrar en consecuencia y le regaló ahora mismo a la presidenta un vice procesado por cohecho y negociaciones incompatibles que casi no resistiría el análisis, si no se tratase de Cristina, sobre el futuro en el desierto político, y se verá si después tras las rejas, que le aguarda.

Ese mismo hartazgo de otro juez fue el que gatilló las novedades más calientes, y más temerarias de cara al futuro, en el caso de la deuda con los holdouts. Si lo apurasen un poco, Zannini hasta podría reconocer en público que aquí también el objetivo era embarrar la cancha, culpar de todos los males a Griesa, los buitres y la conspiración antiargentina en el exterior.

Para arrancar no se entendería, de lo contrario, que el gobierno haya ido y venido entre pagar, no pagar y otra vez pagar, que es la apretadísima síntesis de lo que ha ocurrido en las últimas dos semanas. En todo caso puede entenderse por otras razones, más tenebrosas si se quiere, a poco que se le otorgue crédito a los comentarios puertas adentro de algunos despachos.

Primero: depositar los fondos para los bonistas que aceptaron el canje, descontando que Griesa los iba a embargar para que primero cobren los holdouts. Victimizarse y echarle la culpa al juez era un todo. No contaron con que el juez decidiría devolver esos dólares al Banco Central. De paso, Kicillof depositó más dólares que los que se necesitaban: se sospecha que quería incitar a un acuerdo bajo la mesa, pagarle también a los “buitres” pero sin que se note, sin lesionar el relato.

Segundo: la otra versión que ronda los despachos sostiene que el gobierno armó todo este circo de idas y vueltas porque la inexorable debacle de la economía local, con todas las cuentas al rojo vivo, lo llevaría derecho a un default como el de 2001. De esta forma se culparía a Griesa, a los Estados Unidos, a la conspiración internacional, por no haberle dejado otro camino que caer en ese abismo.

No hay ningún dato fuera del gobierno que avale tamaña afiebrada teoría. Pero curiosamente en el cristinismo duro reconocen que la denuncia del supuesto complot mundial contra la Argentina le venía bien a la presidentapara una vez más echarle la culpa a los otros de sus propios desastres.

En este caso, como en la primera de las versiones, no habrá que esperar demasiado tiempo para saber qué hay de verdad y cuánto de operaciones de algunos fanáticos del poder que propusieron o alentaron este procedimiento: si el gobierno va camino de deshonrar sus pagos como lo hizo Rodríguez Saá en 2001 lo tendrá que hacer, con Griesa o sin él.

Lo preocupante es que detrás de tanta impericia y semejantes elucubraciones hay ciudadanos de a pie, perplejos y temerosos.