Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Hijo de, hermana de, mujer de...

Cursaba el primer año de Periodismo, el profesor del Taller de Radio, cuyo nombre me reservo, estaba hablando de la Revolución Rusa y entonces...

--Y así fue que cae la dinastía de los zares, la familia... aaahh... cómo era... Allica, ¿cómo era?

--Uf, no recuerdo ahora, profesor.

--Allica, qué vergüenza. Su padre hubiera contestado de inmediato...

Nunca me pesó ser "hijo de". Lo digo de verdad, siempre me resultó entre gratificante y un desafío. Pero algunas veces se hacía un poco denso; sin dudas, mi viejo enseguida hubiera contestado la familia Romanov, el nombre de cada uno de sus integrantes, edades al momento de la Revolución, gustos literarios, deportivos y gastronómicos, para continuar con vida y obra de Rasputín, y cerrar con los secretos de alcoba de Pedro el Grande y la afición por los jovencitos de Catalina II, también llamada la Grande.

Yo no repenticé el apellido Romanov y eso que en mi familia somos ortodoxos rusos de religión. No por legado de sangre, sino por una decisión de mi padre, que era de todo menos simplón.

El martes al mediodía, feriado nacional, almorcé con mi mujer en un restaurante de Alem, cerca del Teatro Municipal. Lo atendían unos veinteañeros que, según me enteré ahí, eran los hijos del dueño, propietario a su vez de varios locales de comida muy conocidos. Otros "hijos de", laburando un feriado.

En mi vida conocí mucha gente con un apellido que es casi calificativo. Sin ir más lejos, con mi jefe, amigo y compañero columnista de este diario, Fernando Monacelli, solemos bromear (o no tanto) con que nosotros somos la generación que arruinará el lustre de nuestros padres.

En fin, como decía, conozco muchos "hijos de", "hermanos de", "maridos de", "mujeres de". Algunos se destacan en los mismos rubros que sus parientes más renombrados, otros se dedican a cosas diferentes. Varios nunca supieron muy bien qué hacer con sus vidas y no faltan quienes viven de la gloria ajena. Lo que sí tengo claro es que ser hijo-hermano-marido-hija-hermana-mujer de, no te hace, por sí solo, mejor ni peor que nadie.

La última semana leí muchas críticas a las chicas que formaban parte de una lista hecha en LaNueva.com sobre mujeres atractivas de la política. Casi todas eran por sus relaciones de pareja o filiales.

A la mayoría no las conozco más que de vista, por alguna charla esporádica o ni siquiera eso. No tengo por qué defenderlas, al contrario, mi trabajo es otro, ser crítico de los funcionarios. Pero en este caso no me pareció leer ninguna acusación con fundamentos.