Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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La costumbre de los basurales

No se sabe cuántos son, pero se percibe que cada día son más y peores. Nos referimos a la creciente existencia de basurales, sitios que poco tienen de clandestinos y mucho de dañinos.

Se trata de sitios en los cuales, por razones no sencillas de decodificar, se comienza a acumular basura de todo tipo, desde una esquina, pasando por un lote baldío o el borde de una plaza o paseo. Allí se inicia la colocación de bolsas, neumáticos, pañales, ramas, artefactos y todo elemento que se pretende eliminar.

Basta advertir que en algún sitio se está acumulando basura para que, en pocas horas, se multiplique la cantidad de personas que asumen al mismo como adecuado para desprenderse de la propia y rápidamente comience a sumar desperdicios, asumiendo todos que adquirió carácter de legal o admisible.

La existencia de estos basurales es histórica. Vale decir que no es un mal de estos tiempos sino que ha existido desde siempre. En tiempos en que la recolección de residuos era deficiente o limitada, o en estos en que el servicio tiene pocas objeciones y atiende las necesidades de todo el ejido urbano.

No es difícil señalar los numerosos inconvenientes que generan estos basurales, desde los malos olores, pasando por la presencia de roedores y otras plagas, hasta el peligro que implica la deposición de sustancias peligrosas, tóxicas o agresivas para la salud. A esto se suma la inmediata práctica de los cirujas, que terminan por romper bolsas y volver más peligrosa su presencia.

Ante la evidencia y continuidad de esta práctica, no quedan demasiadas respuestas por parte del municipio. La ordenanza que indica que se debe multar a los propietarios de los baldíos que se convierten en basurales poco y nada favorable puede lograr, por cuanto los culpables de generarlo son otros.

La limpieza de los mismos de manera continua debiera asumirse como una respuesta adecuada, de modo de priorizar la salud pública antes que ensayar condenas a conductas inapropiadas. En ese sentido se tendría que establecer un recorrido periódico por estos sitios y proceder a su constante limpieza.

Otras alternativas: campañas educativas o colocación de contenedores en determinadas esquinas, de modo que la gente pueda volcar la basura que no coloca en las veredas de sus casas. El problema no se modifica. Hasta tanto se madure lo suficiente, habrá que asumir la responsabilidad comunal de proceder a su erradicación.