Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El viaje de Atilio Zanotta

Febrero de 2016 fue el mes en que cerró su vida el humorista, dramaturgo y escritor Atilio Zanotta.

después de 74 años de caminar por este mundo -“nacido y malcriado en Bahía Blanca”, como supo decir en alguna ocasión-, su corazón cumplió la cantidad de latidos asignada por el Creador y “se fue de viaje”, según era su idea de morir.

Fue colaborador de este diario durante 35 años con la tira Matías y familia, un clásico de la última página, lugar asignado al entretenimiento, las efemérides y el horóscopo.

Zanotta se despidió de su público a través de un dibujo de Haus -su socio dibujante-, donde los integrantes de esa familia lo saludaron con una generosa sonrisa.

No hay muerte que no bañe de tristeza, congoja y angustia. Es el adiós físico que exige su reemplazo por los recuerdos de la persona ausente.

Sus modos, sus palabras, sus gestos y sus historias pasan a ser parte de su nueva forma de estar, en la el recuerdo de quienes los trataron y acompañaron en el camino.

“Hechos que pueblan el espacio y que tocan a su fin cuando alguien se muere pueden maravillamos, pero una cosa, o un número infinito de cosas, muere en cada agonía, salvo que exista una memoria del universo, como han conjeturado los teósofos”, escribió Jorge Luis Borges. Aunque esa memoria sea una ilusión, cada persona seguirá vivo mientras se lo recuerde y evoque.

Bahía Blanca sufre cada año la pérdida de vecinos notables, destacados, queridos. Este mismo diario tiene publicado en su página web un detalle de bahienses que se han ido en los últimos meses. Desde el médico Alberto “Beto” Martorelli, pasando por Eduardo Giorlandini, Mario Macagno, Luis María Fernández, Eduardo Matta, Néstor Salvatori, Alberto Blanco y Alberto Guala.

Cada cual se ha encargado de hacer una muesca, de insinuar una huella un poco más profunda que de la otros.

Es sano que, en algunos de estos casos, se los haya reconocido en vida. Con la entrega de alguna distinción, mediante algún homenaje. Que alguien haya advertido que esas personas, que caminan por las mismas calles, son especiales y merecen, para gratificación de ellos y de todos, un apretón de manos de la sociedad.

No de forma, sino de fondo. “La vida no es otra cosa que muerte que anda luciendo” se dijo. Esa calidad de mortales justifica este tipo de acciones.