Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Cadena nacional, a pura impunidad

Si algo ha caracterizado a este gobierno nacional ha sido su criterio de entender que la ley no está hecha para ser cumplida (por él, al menos), sino para ser ignorada, violada o pisoteada.

también, pretender que las normas no alcancen por igual a todos, sino que, a partir de determinados niveles de autoridad, estas no tienen aplicación o, en todo caso, admiten un uso antojadizo.

Un ejemplo claro de esa cuestión, que puede resultar “menor” frente a otros hechos, es cómo la presidenta, Cristina Fernández, ha hecho del uso de la Cadena Nacional de radiodifusión un verdadero hobby, un uso y abuso de un espacio que no le pertenecen, de tiempos que ciertamente no son de su propiedad.

De acuerdo con la ley 26.522, referida al funcionamiento de los Servicios de Comunicación Audiovisual y reglamentación, el uso de esa alternativa comunicacional por parte del Poder Ejecutivo Nacional y Provincial podrá hacerse de manera exclusiva, “en situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional”.

A la fecha, Cristina Fernández ha asumido que una vez a la semana el país atraviesa ese tipo de situaciones, verificando en el año 44 veces el uso de este esquema, sin límite de espacio ni de tiempo.

Llegó a marcar incluso un récord en la materia al hablar poco más de 60 minutos, mezclando diversas cuestiones e indebidas propagandas políticas.

En un ejercicio de simple aplicación, muchos recuerdan que, cuando en la TV o en la radio sonaba la voz monocorde del locutor anunciando una cadena nacional, era porque algo grave, o por lo menos serio, había sucedido.

Desde el fallecimiento de Eva Duarte, pasando por el del presidente Juan Domingo Perón y el asesinato de Pedro Eugenio Aramburu hasta el anuncio de Fernando de la Rúa, declarando el estado de sitio horas antes de presentar su renuncia.

Cristina utiliza este recurso de manera indiscriminada: por la inauguración de un natatorio en Río Gallegos, para pedir votos para su cuñada, por el lanzamiento de un satélite o para criticar a la oposición y a los medios.

No le importa estar quebrantando la ley, lo cual es grave, pero además no tiene pudor, en algunos casos, en cerrar sus alocuciones ensayando bailes, sonrisas y saludos. Es un exceso de impunidad que genera mucho de rechazo, algo de estupor y demasiado de vergüenza.