Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Un plan justo para el pavimento

Bahía Blanca deberá resignar su presunta condición de “chacra asfaltada”, mote que supo ganarse a principios del siglo pasado (por entonces se la mencionaba como “chacra empedrada”) y que armó un revuelo en 1971, cuando la revista “Siete Días” dedicó varias páginas a nuestra ciudad, haciendo referencia a esa supuesta característica pueblerina.

Pero no se trata de que la gran urbe haya borrado cualquier posible rasgo de “chacra” -idiosincracia que no se quita con tanta facilidad-, sino que deberá asumir que ya no reúne las cualidades necesarias para que se la considere “asfaltada”, pues, con el crecimiento extendido de su planta urbana y la falta de recursos, el 60 por ciento de sus calles son actualmente de tierra.

En los últimos tres años, la administración comunal intentó quebrar el atraso que existía en el rubro, tratando de intervenir 400 cuadras cada año. Por estas horas, el objetivo final, de cara a diciembre, es sumar al menos mil cuadras en ese plazo, aunque debe considerarse que en la mayoría de los casos se trata de tareas de repavimentación o reencarpetamiento, es decir, más de mantenimiento que de adición de nuevas arterias pavimentadas.

Antes de renunciar a su cargo de jefe comunal para seguir a Daniel Scioli, Cristian Breitenstein planteó subir la tasa de ABL para poner en marcha un plan de trabajos que permitiese llegar a 2028, año del bicentenario de la ciudad, con el cien por ciento de sus calles asfaltadas. La propuesta no llegó siquiera a discutirse en el Concejo Deliberante, donde los bloques opositores pusieron el grito en el cielo por ese aumento.

Por estas horas, el municipio ensaya una propuesta que tiene mucho de favorable, pero que carece de una adecuada instrumentación y del debido sustento legal que permita asegurar su continuidad. Se trata del sistema mediante el cual los frentistas asumen la compra de los materiales, mientras que el municipio -a partir de cooperativas de trabajo- toma a su cargo la provisión de la mano de obra.

Lo cierto es que la ciudad exige y necesita un plan integral de pavimentación. Serio, sostenible y justo. Que puede apoyarse -sin duda- en los cientos de vecinos dispuestos a aportar el material, pero que además consideren prioridades en cuanto a barrios que llevan décadas de espera frente a otros nuevos que a veces logran quedar primeros en la lista. Los candidatos a ocupar la intendencia son certeros cuando diagnostican “el problema del asfalto”. Sería bueno que nos explicasen si disponen de un plan de acción, de un mecanismo de financiación y de un plazo de ejecución.