Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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La farándula y la política

Las principales autoridades de la Conferencia Episcopal Argentina mantuvieron recientemente un encuentro con periodistas en el que manifestaron la necesidad de que los candidatos a pelear la presidencia de la Nación presenten “con claridad” sus propuestas, de modo que la ciudadanía los pueda elegir a partir de considerar “su integridad y capacidad” antes que dejarse llevar por su imagen.

“¿Cómo admirar a seres que se pasan la vida poniéndose de acuerdo, diciendo las cosas que dicen y, con perdón, retratándose?”, reflexionó hace algunas décadas el escritor Jorge Luis Borges acerca de los políticos.

La trascendencia de trabajar por una buena impresión ante el público antes que conmoverlos con promesas, ideas, proyectos o palabras no es algo novedoso, y muchos estudiosos ubican el inicio de esta postura a principios de los 60, cuando en un novedoso debate trasmitido por la TV norteamericana el joven John F. Kennedy terminó por establecer una ventaja electoral sobre Richard Nixon.

Nixon acababa de pasar dos semanas en el hospital, estaba ojeroso y pálido y no dejó que lo maquillaran. Kennedy, joven y atractivo, lucía un saludable bronceado y se mostraba despreocupado. Su apariencia resultó decisiva para una elección que ganó por apenas el 2 por ciento.

Yendo un tanto más atrás, en el 1500, el italiano Nicolás Maquiavelo aseguró que la política era “el arte de engañar”. Pero el autor de El Príncipe fue todavía más claro y sincero: “Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras que es difícil reconocerla”.

Los miembros de la Iglesia, retomando lo ocurrido hace unos días, hacen referencia a la decisión de tres candidatos a la presidencia (Scioli, Macri y Massa) que decidieron concurrir a la primera noche del programa Bailando por un sueño, que conduce el popularísimo Marcelo Tinelli.

“Esta farandulización de la política resulta penosa, necesitamos proyectos, un horizonte que construya dignidad”, mencionaron.

Lo cierto es que esa misma preocupación debería reflejarse en el después de los políticos, en su seriedad cuando desempeñan sus cargos, en el cumplimiento de sus promesas, en ser serios (como definición de una persona “real, verdadera y sincera”), honesto, trabajador y solidario. Es sano además creer que la sociedad tampoco es tan pobre en luces y que nadie engaña a todos todo el tiempo.