Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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El vínculo con la Guardia Urbana

Relación delicada si las hay la que existe entre los conductores bahienses y los inspectores de la Guardia Urbana Municipal, la cual ha derivado en varias ocasiones en tensas discusiones que han alcanzado incluso el grado de agresiones físicas y verbales.

Existe en gran parte de la población una idea instalada sobre supuestos destratos o maltratos por parte de los agentes, quienes en principio tendrían un perfil donde la soberbia y la falta de sentido común aparecen como las principales características al momento de tener que tratar con una persona a la que se pretende infraccionar.

Por otra parte, también se considera que la Municipalidad tiene un gran afán recaudatorio antes que de formación o educación vial, vale decir, que se multa todo aquello que es factible de sanción, sin atender circunstancias especiales o razones valederas para justificar –en algunos casos- un proceder incorrecto.

En el otro platillo de la balanza -y no hay dudas, eso también lo asume el conductor bahiense-, la tendencia mayoritaria a no cumplir con las reglamentaciones de tránsito, o al menos tener un gran apego a manejarse dentro de cierta anarquía que, de no mediar los controles y la presencia de los agentes, daría cuenta de un gran caos en las calles. Vale decir que termina por confrontar dos situaciones: la falta de apego a las reglas y una postura casi intransigente ante las mismas.

El Manual del Inspector que presentó este año el municipio establece un perfil para los agentes, estableciendo que deberá ser el de una persona que “nunca discute”, que no debe “estar apurado” y que “jamás se ensalza con el automovilista que se las sabe todas”.

Por otra parte, en el trato con los (presuntos) infractores, señala que debe tener presente que “la mayor parte de los mismos” adopta “una postura defensiva y antagónica” y que al tomar conciencia de las consecuencias de su mal comportamiento, “muchas veces produce ira”. Dando por sentada esa postura de los infraccionados, se les pide que adopten una “actitud impersonal”, sin dejarse influenciar por sus emociones.

Acaso las dos partes deban corregir sus posturas. Los infractores, deponiendo actitudes contrariadas o agresivas a partir de un preconcepto sobre el accionar de los agentes, y estos admitiendo que siempre encontrarán personas con iras o desaforadas. Quizá quebrar el concepto de mantener “una actitud impersonal” por otra que sume sentido común sea la primera llave para mejorar una relación que hoy amenaza con terminar de la peor manera.