Bahía, contra la trata de personas

Redacción de La Nueva.

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En un intento por sumar una traba o dificultad al penoso mundo de la trata de personas, el Concejo Deliberante aprobó por unanimidad un proyecto de ordenanza para prohibir la existencia de cabarets o locales en los cuales sus titulares obtengan un lucro por la explotación sexual.

Como primer paso de esta determinación –que no estuvo exenta de postergaciones, debates y presiones, y que se mantuvo cerca de un año en carpeta-, el municipio tendrá un plazo de seis meses para corroborar que en este tipo de locales no se verifica esa actividad, sea con o sin el consentimiento de las personas involucradas.

Entre las condiciones que impone la normativa, se incluye la conformación de una “unidad especial” que tendrá a su cargo realizar inspecciones mensuales en locales nocturnos, casas o departamentos, con el propósito verificar que no existan “terceros” que se beneficien o faciliten el ejercicio de la prostitución.

Más allá de la unanimidad lograda para la aprobación de la ordenanza, la realidad –reconocida incluso por muchos de los concejales- es que se admite que la iniciativa será “muy difícil de aplicar” y que requerirá la intervención de muchos controles, programas y acciones para que realmente se logre dar cumplimiento a la misma con la seriedad que el tema requiere.

todo lo que se instrumente a favor de poner límites, trabas o controles para impedir ese nefasto comercio que es la trata de personas siempre será bienvenido.

por otro lado, es claro que no se trata de un mal restringido al ámbito local, sino más bien de densas tramas de alcance internacional, complejas, de riesgo, que han sobrevivido a las más fuertes legislaciones y que, hasta donde se sabe, se las ingenian para sobrevivir y permanecer entre nosotros.

Suele suceder, además, que ante estas normativas se produzcan reacciones que terminan por generar escenarios más complejos y peligrosos.

Basta recordar la conocida historia de la ley seca, que en Estados Unidos pretendió prohibir la fabricación y la venta de bebidas alcohólicas, y que derivó en un auge del crimen organizado que terminó con su derogación en 1933, luego de 15 largos años de vigencia.

Por eso, más allá de lo mediático y valioso de la iniciativa, será necesario evaluar en el tiempo sus resultados, de modo que no se verifique que el remedio no haga sino empeorar la enfermedad.