Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Las escuelas y las ratas

En un hecho que no reconoce antecedentes, trabajadores del Estado -agrupados en ATE- tomaron de manera pacífica las instalaciones del Consejo Escolar –San Martín 331- como manifestación de repudio y protesta por lo que consideran una insuficiente tarea de desratización llevada a cabo por ese organismo en las escuelas locales.

Son varios los establecimientos locales que han debido suspender sus clases por la presencia de estos roedores, asumiendo el riesgo que su presencia significa para todos los estudiantes.

Es claro que, en un país con la cantidad de días de clases que se pierden cada año -por motivos tan disímiles como feriados largos, paros de porteros, paros de docentes, jornadas de capacitación y otros motivos-, no debiera preocupar demasiado la posibilidad de dejar sin clases una semana a las escuelas afectadas por estos animales, de modo de poder desarrollar de manera adecuada una intervención que garantice la eliminación de esta plaga.

Parece además adecuado que las autoridades del Consejo Escolar coordinen con las áreas sanitarias del municipio y la Provinicia para lograr el más efectivo y eficiente plan de intervención, que no atienda únicamente el espacio puntual donde se verifica esa presencia sino también las posibles causas que alientan la misma.

Es que, a pesar de todos los esfuerzos hechos en general para acabar con las ratas, su número no solamente no disminuye sino que, por el contrario, aumenta cada día. Trampas, trucos, fuego y venenos de todo tipo han resultado soluciones temporales, demostrando que únicamente mediante una mejor higiene puede reducirse la población de estos roedores, y que lo que determina su tasa demográfica es ofrecerles alimento, agua y refugio.

De allí, entonces, la necesidad de implementar campañas en las propias escuelas a favor de mantener el orden y la limpieza y realizar un manejo adecuado de los desperdicios a partir de contenedores de basura cerrados. Se debe tapar los alimentos cocinados que no se van a consumir, así como lavar platos y utensilios después de usarlos y eliminar todo tipo de objetos que puedan servir como sitios para anidar, tapar hoyos y cuevas y poner rejillas a los desagües.

No se trata de una situación que se pueda politizar ni sacarle rédito circunstancial. Se trata de un hecho sanitario que merece una respuesta integral, educativa, cultural y efectiva. No hay que darles de comer a los lobos, se dice, ni dejar comida y agua que atraiga a una plaga que seguirá siempre al acecho.