Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Las razones de una sinrazón

La noticia de la caída del avión Airbus A320 de la empresa Germanwings en los Alpes franceses, ocurrida en los últimos días del mes pasado y que pulverizó en segundos a los 150 pasajeros y a la tripulación, llenó de congoja al mundo, en primer lugar por el hecho en sí, pero además porque sugirió un sufrimiento de las víctimas que espanta al más pintado.

Pero como si ese horror no fuese suficiente, las investigaciones de los peritos concluyeron que lo ocurrido no fue consecuencia de una falla mecánica ni de un atentado terrorista.

La explicación que siempre se necesita para entender lo increíble fue que el copiloto de la nave, un joven de 28 años de edad, decidió poner punto final a su vida y arrastrar, en su determinación, a todos los inocentes que lo acompañaban.

La historia de Andreas Lubitz, el hombre en cuestión, se convirtió de pronto en el centro de todas las conjeturas sobre los motivos de lo que ocurrió, dejando en claro que ciertas conductas (in)humanas suelen sortear todos y cada uno de los controles que puede establecer una empresa, un gobierno o el más estricto esquema de supervisión.

Al parecer, nadie en la compañía tenía conocimiento de los severos problemas mentales de su empleado, de sus cuadros agudos de depresión ni de una situación psiquiátrica que sugería de manera contundente su incapacidad para cumplir con su trabajo. “Un día haré algo que cambiará el sistema y el mundo sabrá mi nombre”, aseguran que le dijo a una azafata con la que tuvo un romance en 2014.

Varios allanamientos realizados por la policía fueron ratificando la hipótesis y cerrando el caso. La caja negra del vuelo siniestrado permitió saber de los desesperados intentos del piloto por reingresar en la cabina para tomar el control del avión, que un simple botón oprimido de manera intencional había condenado a chocar contra las montañas.

Volar es la manera más segura de transportarse. Las estadísticas indican que son necesarios 2,4 millones de vuelos para contar un accidente. Lo ocurrido derivará seguramente en un nuevo ajuste de las condiciones, en un nuevo protocolo para las puertas de las cabinas y los controles médicos.

La historia sigue demostrando que siempre hay un hombre, una complejidad, una conducta que obliga a los mortales a recordar que nunca nada está lo suficientemente claro, ni ningún riesgo definitivamente eliminado.