Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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La ciudad que perdemos

Como suele ocurrir en este tipo de intervenciones, un par de semanas fueron suficientes para borrar de la geografía urbana un valioso conjunto de viviendas ubicadas en calle San Martín al 200.

Esas viviendas eran un testimonio de la valiosa arquitectura que, durante las primeras décadas del siglo veinte, empezaba a dejar en claro que nuestra ciudad abandonaba su condición de caserío de frontera para asumir un destino más trascendente.

No eran bienes inventariados como de un valor patrimonial que justificara su preservación, al menos en el listado elaborado por el municipio hace poco más de 20 años y actualizado desde entonces de manera esporádica, aunque seguramente, si se mantuviese una política constante y activa en la materia, esa exclusión hubiese sido debidamente reconsiderada.

Además de su importancia como un conjunto edilicio que armaba de muy buena manera la línea municipal de la cuadra, en este caso resulta una acción impactante porque borró casi 30 metros de frente, una tira de inmuebles de dos plantas adosados uno con otro, todos de impecable revoque símil piedra y con decenas de detalles ornamentales destacados.

Pero, además, las viviendas tenían como valor cultural adicional el de haber servido como residencia familiar del médico Adrián Morado Veres, uno de los primeros profesionales radicados en nuestra ciudad, el mismo que atendía sin excusas a las tribus de los caciques Ancalao y Linares asentadas en la zona que hoy ocupa el Patronato de la Infancia, y un verdadero adelantado a la hora de incorporar instrumental de avanzada que, por aquel entonces, la ciencia iba sumando a su labor.

El otro agravante es que el sitio será ocupado por una cochera o, expresado de mejor manera, por una playa de estacionamiento. Vaya uno a saber con qué estética –no hay nada presentado todavía en el municipio-, ya que, en general, ese tipo de usos no aporta más que rejas en los reconocibles colores negro y amarillo, cuando no algunos banderines y coloridas luces led.

No se trata de defender las construcciones de vieja data sin criterio. Porque la ciudad progresa, avanza y crece. Pero, sin duda, esta pérdida vuelve a poner en el tapete la falta de una política adecuada en la materia, un cuidado más riguroso de ciertos bienes que hacen a nuestra historia, nuestra formación y nuestra cultura. Tener una política semejante sería una buena manera de evitar estas fisuras, por las cuales se fuga poco a poco una parte de nuestra identidad y de nuestra tradición.