Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Discurso

Quiso obrar como un Sherlock Holmes de cabotaje y el tiro le salió por la culata. Posó compungida y lució mal. Se calzó el traje de maestra de Siruela y movió a risa.

De lo que el país y el mundo esperaban escuchar, Cristina Fernández anoche dijo poco y nada. Mintió y agravió a designio y, por supuesto, adujo que existe un complot en su contra. En una palabra, repitió el libreto de siempre.

Con citas a una mitología griega de la cual conoce muy poco, la presidenta pronunció un discurso de entrecasa tan monocorde como falto de humildad.

Puso todas las culpas en el campo de los otros y se reservó para ella y los suyos el papel de sufridos mártires.

La pieza oratoria fue la de una mujer sin vergüenza y con una dosis preocupante de desequilibrio. Si no tuviese poder, el dato carecería de importancia. Como es la presidenta, en su desmesura puede resultar muy peligrosa.