Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Otra forma de vivir la vida

Una nota publicada recientemente por este diario mencionó que un estudio realizado por investigadores de la Universidad Gama Filho, de Río de Janeiro, concluyó que “cualquier persona” de entre 51 y 80 años puede, a partir de un método muy sencillo, establecer cuánto tiempo de vida le queda.

Para eso tomaron en cuenta la debilidad que adquieren los músculos con el paso del tiempo, y la tendencia de las personas a perder el equilibrio. Así, el test plantea sentarse en el piso con las piernas cruzadas –posición tipo Buda- e intentar levantarse sin utilizar manos, rodillas, antebrazos o costados de piernas. Sobre 10 puntos, se descuentan uno o medio cada vez que utiliza esas ayudas o si se pierde el equilibrio. Con menos de tres puntos, la posibilidad de morir en los próximos seis años es cierta.

Habría que indagar entre la gente para ver a quién le puede interesar saber cuántos años de vida le quedan. Porque, si bien es cierto que ese dato puede impactar o servir a algunos, parte de la “inmortalidad” del ser humano radica en desconocer cuándo será el desenlace.

Un escritor dijo que “los animales son inmortales”, porque desconocen la existencia de la muerte. Pareciera entonces poco probable que genere interés conocer un rango de posibles fechas de partida.

Hoy, en el mundo, la expectativa de vida es de apenas 67,2 años, por debajo de que sugiere La Biblia como edad adecuada. “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo”, señala el Libro de los Libros en Salmos (90, 10). El lado positivo es que en este tiempo se vive el doble de lo que vivían, por ejemplo, griegos y romanos, hace 2.200 años.

La ciencia, entretanto, ha prestado atención a la medusa Turritopsis nutricula, animal que tras alcanzar su estado adulto regresa a su forma juvenil y repite su ciclo vital hasta llegar a una segunda madurez, y una tercera, y una cuarta. Los investigadores que estudian su biología buscan detectar cómo es capaz de revertir su envejecimiento.

Fuera de esta fantasía de inmortalidad, una casualidad entre millones nos trajo a esta vida, en la cual somos un pestañeo entre dos eternidades.

Acaso lo más sano sea vivirla a pleno, en paz, con serenidad y entrega, antes de aceptar fugaces pruebas que hablen de un mañana sin dueño. En la época del barroco se decía carpe diem (aprovecha el día). Quizá esa sea la consigna a seguir.