Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Las tres décadas de un grande

Este mes se cumplieron tres décadas de uno de los hechos más relevantes y significativos de la historia local: el momento en que un hombre nacido y formado en nuestra ciudad, el doctor César Milstein, recibiera el premio Nobel de Fisiología y Medicina por su aporte en el estudio de los anticuerpos monoclonales, un hecho destacadísimo en la medicina mundial.

Nacido en 1927, Milstein fue “un alumno con bajas notas”, inquieto e inteligente. Estudió en la Escuela Nº 3 (Terrada 445), donde hizo sus primeros amigos y jugó en los amplios patios del establecimiento. Cursó el secundario en el ex Colegio Nacional, para finalmente estudiar la licenciatura en Biología en la Universidad de Buenos Aires.

Cuando en 1984 se supo del premio que recibió, la ciudad tardó unas horas en reconocerlo como hijo, en entender que era César, el que jugaba al básquet en Sportivo Bahiense, el mismo que amaba andar en bicicleta y leer libros en la Biblioteca Rivadavia.

La categoría en la cual fue distinguido reconoce a “científicos y médicos que sobresalen por sus contribuciones notables para la humanidad”. Milstein consiguió que dos células diferentes -una cancerígena y otra inmunológica- se fusionaran en una sola, llamada Hibridoma, interminable productora de anticuerpos monoclonales, capaces de reconocer en la sangre y en otros medios una molécula extraña al sistema inmunológico.

Desde el test de embarazo que hoy se realiza una mujer en su casa hasta los reactivos empleados en estudios de grupos sanguíneos, pasando por el tratamiento de enfermedades autoinmunes, como la esclerosis múltiple, así como importantes avances en materia de cáncer, son todas consecuencias de ese hallazgo.

Milstein, que trabajaba en el Instituto Malbrán, emigró en 1963 –afectado por la inestabilidad política del país- y recaló en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, donde desarrolló su trabajo. Regresó a Bahía Blanca en 1987, para participar de un congreso de su especialidad. Se lo reconoció entonces con su sencillez de siempre, su sonrisa y sus medidas palabras.

En 2008, el municipio inauguró un monumento en su memoria, en el paseo de calle Cuyo. Un particular aro naranja, sostenido por columnas metálicas, una pieza espacial orientada hacia la Cruz del Sur. “En homenaje a esta ilustre personalidad científica. Un orgullo para la ciudad y el país”, declara el cartel. Un hombre que no debe olvidarse y que exige se lo revitalice como modelo para una sociedad que, demasiadas veces, carece referentes en los cuales reflejarse.