Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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De ministros y marmotas

La primera semana de este mes, el jefe del Gabinete de Ministros de la República Argentina, el contador Jorge Capitanich, ensayó una ironía para justificar una circunstancia llamativa: que cuatro integrantes del gobierno nacional hayan usado tres aviones diferentes para, con diferencia de pocas horas, cubrir los dos mil kilómetros que separan la Capital Federal de Río Gallegos y el alquiler, en 600 mil dólares, de un jet para trasladar al ministro de Economía, Axel Kicillof, y al canciller, Héctor Timerman, hasta Australia.

El funcionario comenzó por reconocer que existen medios de transporte más económicos -“caminar, la carreta, el caballo, la bici, la moto...”-, pero explicó que el traslado de los funcionarios debe ser de adecuada comodidad, aceptando que el avión oficial, el Tango 01, es parte de una flota “caduca y obsoleta”.

Pero lo más desatinado e incomprensible de los dichos de Capitanich fue su agresión al periodista Fernando Carnota, del canal Todo Noticias, a quien se refirió mencionándolo como “un periodista de apellido Marmota” que, dijo, “se ocupa cada mañana de ensayar permanentes críticas al gobierno”, como si hacerlo lo convirtiera en una persona que merece tal calificativo.

Carnota, de 49 años de edad, que es abogado y docente, había referido unas horas antes esta particularidad de que se habían cruzado en Río Gallegos el Tango 10 con una única pasajera, Alicia Kirchner; el Tango 04, con Kicillof y Timeman, y un Focher 28 con el ministro de Defensa, Agustín Rossi, en un movimiento aéreo que supone un costo de un millón de pesos.

Resulta lógico que el periodismo, detectada esta circunstancia, se pregunte cómo suceden esas cosas; que critique, opine y pregunte. Es sano que un funcionario del rango de Capitanich responda a esas inquietudes, que pueden o no incomodarlo; pero es parte de su trabajo contestar con respeto y veracidad. Incluso aquellas preguntas que, realizadas desde el arco opositor, apuntan a detectar estas cuestiones.

No conforme el hombre con sus ironías sobre medios para viajar, tuvo el tupé de llamar “marmota” al periodista que alertó sobre este comportamiento. La palabra elegida, que desde los figurativo refiere a una persona “dormilona” o a aquella que es indiferente a cualquier emoción o suceso, ni siquiera resulta un acierto para graficar la actitud crítica del periodista. Alcanzó, sin embargo, para colocar en ese sitio a quien pretendió ser creativo cuando sus luces apenas le alcanzaron para ser torpe, o ser un zapallo, respetando su lenguaje.