Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Se acrecienta la presión cambiaria por el fuerte ingreso de dólares

Foto: archivo La Nueva.

     Con la colocación de bonos que efectuó la provincia de Buenos Aires, entre el gobierno nacional, provincias y empresas ya ingresaron 11.200 millones de dólares en lo que va de 2017. Se trata de una cifra extraordinaria y fuera de lo común, que inevitablemente tiene su impacto en el tipo de cambio. No es casual que el dólar no sólo se haya planchado sino que incluso cayera por debajo de los 16 pesos en las últimas semanas.

     La estabilidad cambiaria está casi asegurada para los próximos meses. Al ingreso de divisas por el canal financiero se suma lo que ingresará a partir de abril por la cosecha de soja.

     En el primer semestre la oferta de dólares estará claramente por encima de la demanda. Sobre todo, teniendo en cuenta que la compra de billetes por turismo cae a partir de ahora. Aún resta saber si la demanda para atesoramiento se mantiene en niveles elevados como sucedió en el segundo semestre de 2016. En promedio, los argentinos compran unos 1.500 millones de dólares mensuales, aunque en diciembre se registró un pico de más de 3.000 millones.

     Aunque en promedio las consultas económicas consideran que el dólar terminará el año en torno a los 18,50 ó 19 pesos, algunos ya empezaron a revisar estos pronósticos a la baja.

     En Wall Street ya se divulgaron informes indicando que el tipo de cambio no superará los 17 pesos. El problema es que como la inflación del año rondará el 20%, se seguirá acentuando el atraso cambiario. En otras palabras, la economía argentina se seguirá encareciendo en dólares.

     El año pasado este proceso se vio suavizado por la suba del real en Brasil, que equiparó las cosas. Por otra parte, la devaluación de 2016 ya había sido descontada en los precios y terminó eclipsada por el aumento de la inflación del 40%.

     Al Banco Central le preocupa este encarecimiento artificial de la economía, pero tiene pocas herramientas para combatirlo. Una opción es comprar los dólares que entran y sostener una paridad, tal como sucedía en los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner.

     Sin embargo, Federico Sturzenegger prefiere no hacerlo ya que esta intervención tiene un alto costo. Sucede que los pesos que se emiten deben ser luego esterilizados a través de Lebac y pases pasivos, agravando el déficit cuasifiscal.

     Aunque la historia de los atrasos cambiarios en la Argentina no termina bien, en este caso existen algunos aspectos que suavizan el panorama.

     Uno de ellos es que el régimen cambiario es de flotación, lo que permite ajustes más rápidos en caso de algún shock externo. El cimbronazo del Brexit y en menor medida la victoria de Donald Trump en Estados Unidos demostraron que ese amortiguador cambiario funciona en forma adecuada.

     Pero además este año la Argentina recuperaría cierto superávit comercial, que había perdido en 2015 y en 2016. Esa mayor entrada neta de dólares por el canal comercial también brinda un margen mayor para justificar el actual tipo de cambio.      

      Y por último no hay que descartar un incremento en el ingreso de divisas por inversiones directas, que si bien pueden planchar el tipo de cambio aportan empleo y finalmente mayor crecimiento económico.