Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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A Pacífico le costó un tablero

Por Javier Oscar Schwab

   Osvaldo tenía un presentimiento. Y no se equivocó...

    Aquel gurrumín de 11 años rompía el tablero de la cancha de Pacífico. En su primer bochazo había provocado la risa generalizada de otros 40 niños que aguardaban su oportunidad.

     El pibe, de baja estatura, se avergonzaba de lo sucedido; agachaba la cabeza, lagrimeaba, se quería ir. Para convencerlo no bastaba sólo con el consejo paterno del profesor a cargo; mejor dicho, de los profesores (Osvaldo Catini y Roberto Kaddour).

   La burla de la mayoría contrastaba con la mirada de quiénes conducían la práctica, pero algo bueno estaba por suceder.

    “Nene..., si vos tenés la fuerza para pegarle al tablero, no quiero imaginarme hasta dónde podés llegar”.

     Osvaldo se lo imaginaba. Lo salvó de la frustración, le fue puliendo la técnica, lo cobijó como a un hijo más, porque antes de cumplirse el año Cristian Zapata se había transformado en el mejor amigo de su hijo, Rodrigo, de quien era apenas dos años menor.

    Era la técnica. Un don que traía desde la cuna...

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     Con el consentimiento de Roque (jugador de Bochas de Catamarca), Cristian había adquirido el permiso para quedarse a dormir en la casa de los Catini. La amistad crecía día tras día. Eran la leche y el café; uno rubio, el otro negro.

    Constante, cumplidor, fiel a su pasión, Cristian no faltaba a ninguna cita bochófila. Siempre presente. Tampoco regresaba a su hogar ante la insistencia de su amigo de vivir casi como hermanos. Jugaban, ganaban, perdían, se divertían.

     Pero a los 15 años –17 de Rodrigo- les había picado el bichito de la primera salida. No gozaban de permiso y decidieron escaparse.

     Para qué... Osvaldo los esperó pacientemente de madrugada. El reto se extendió por varios minutos. Y al día siguiente el castigo: “Me pintan todo el paredón del patio; cuando terminan siguen con las rejas”.

     Nunca más una escapada. Lección aprendida.

     Tras dar los primeros pasos por Catamarca, El Danubio y Colón (éstos últimos desafilados en la actualidad) Cristian comenzó a incursionar en el seleccionado bahiense.

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      Era la década del '90 el técnico Marcelo Paz lo convocó para representar a Provincia a nivel juvenil. El llamado también le llegó a Catini y a otros dos jugadores de Arrecifes.

     Cristian era suplente, pero cuando el equipo arrancaba mal, él ingresaba para solucionar problemas y encaminar el rumbo.

     Lo raro de la convocatoria era que en el tridente titular todos eran rubios. Eso le daba pie a su amigo para la gastada: “A vos no te ponen de entrada porque sos negrito”, le decía Rodrigo Catini. Y Zapatita montaba en cólera.

    Pese a jugar con los años en clubes de Primera y de haber salido campeón en distintas disciplinas, nunca había sido convocado para integrar el seleccionado mayor. La cuota pendiente recién la saldó en 2011, luego de una larga estadía en Brasil, donde brilló por sus condiciones.

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    “Javier, vos podrás interceder ante el técnico del seleccionado para que alguna vez me convoque”, solía decir cuando mediaba alguna nota a la distancia, por sus destacadas actuaciones en el vecino país.

     Pero eran reclamos infructuosos. Por entonces René Jarque, a cargo de las convocatorias, tenía sus preferencias. Había jugadores muy competitivos, de parejo nivel.

     Recién en 2011, con la asunción de César Colantonio a la dirección técnica, Cristian recibió el bendito llamado: “Estoy feliz. Espero estar a la altura”, afirmaba.

     Y vaya si cumplió. Fue campeón Sudamericano en 2011 y tercero en el Mundial de Raffa Bolo en Puerto Iguazú 2012, destronando, por entonces, al campeón vigente, el austríaco Nicola Natale. Además brilló por dos años consecutivos como campeón argentino individual, entre otras conquistas.

     Aquello le valió su primer Olimpia de Plata.

      Un año después se consagró campeón en Chile (Sudamericano) y hace unos meses llegó a la cima siendo campeón mundial de zerbín, en tiro de precisión.

      Gordo, enano, bonachón... La antítesis de cualquier deportista. Eso sí, con la técnica intacta; la misma que le descubrió Osvaldo en sus inicios.

      Y conquistó su segundo Olimpia de Plata.

      Y lo que no sabe y seguramente sorprenderá a Cristian es que el DT que nunca lo convocó y que es bahiense al igual que él estuvo toda la semana del mundial llamando para preguntar cómo le había ido.

      Son las vueltas de la vida...