Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Son chicos, pero sus aportes para cambiar el mundo ¡son enormes!

Todos los sábados, un grupo de voluntarios del colegio La Inmaculada brinda apoyo escolar en Villa Delfina. Allí, asisten a más de 50 niños y grandes. “Da mucho orgullo verlos crecer por un camino de justicia”, dijo la profesora que los guía.
Fotos Sebastián Cortés-La Nueva

Laura Gregorietti

lgregorietti@lanueva.com

Fotos: Sebastián Cortés

   Jesús dijo: “Dejen que los niños vengan a mí”. A ellos les abrieron la puerta y los dejaron soñar. Soñaban con ayudar, con educar y acompañar. Con asistir y velar por la promoción humana de los más débiles y carecientes. Pero no “carecientes” de fuerza y empuje, sino de oportunidades y progreso, esas “cosas” que a veces la vida reparte de manera tan injusta.

   Hace más de un año que el grupo de apoyo escolar del colegio La Inmaculada reparte su tiempo todos los sábados en Villa Delfina. La parroquia San Francisco Javier, a cargo del padre brasileño Aldo Pasqualotto y que depende de la iglesia de Pompeya (orden de los Scalabrinianos) , los recibió con los brazos abiertos.

   Hasta la esquina de Céspedes y Montevideo, también llegan cada sábado chicos de los barrios Ser Comunidad y Loma Paraguaya. Todos buscan ayuda para realizar sus tareas escolares, un poco de atención, algún juego y muchos mimos.

   Conrado Smiraglia, de 18 años, es voluntario del grupo de apoyo y cuenta que todos los sábados, cuando llegan al barrio su tarea comienza yendo a buscar a los niños casa por casa.

   “Para nuestra mejor organización, estamos divididos en etapas. La amarilla abarca a niños de 4 a 7 años, la roja de 3º a 6º grado y la azul, identifica a los chicos de secundaria. No solo los ayudamos con sus deberes, los escuchamos, contenemos, nos cuentan cosas, porque con el paso de los días se fue formando una relación que ellos lo valoran. Con tiempo y paciencia hemos logrado influenciar de manera positiva a un montón de chicos y eso nos llena de alegría”, destacó.

   Greta Müller, de 17 años, arrancó este año con el voluntariado. Se sumó al ver el entusiasmo con el que hablaban sus compañeros de la tarea que realizaban los fines de semana en el barrio.

   “Esas ganas con las que volvían de la parroquia sin dudas me contagiaron. Escucharlos el lunes hablar sobre las experiencias que tenían, el amor con el que describían a los chicos y la dedicación que le ponían a cada encuentro me entusiasmaron mucho y pensé que yo también quería ser parte. Los chicos hablaban de cosas que quizá no nos había tocado pasar por nuestra edad y porque involucrarse en un barrio, con personas, lleva aparejado un montón de responsabilidades, pero logramos conformar un grupo unido y comprometido con la realidad del lugar y los sentimientos de los chicos”, dijo.

   Los ojos de Greta brillan con emoción mientras describe lo que se genera en cada encuentro con los chicos del barrio.

   “Es muy movilizador porque más allá de que había un vínculo en el medio que se generó partiendo de un objetivo educativo y de transmitir contenidos, a la par también se fue gestando otra cosa. Esto de ir a las casas a buscarlos, de acompañarlos, de darles una merienda, de preguntarles cómo están, generó una hermosa relación que la verdad, me llena el alma. Es muy gratificante todo lo que recibís, todo lo que te llevás de vuelta a tu casa y cómo vivís con mucha emoción la semana programando el próximo encuentro”, agregó.

   Para la docente de Formación Religiosa María Victoria Podestá, la complejidad del barrio “te impulsa a tratar de dar respuesta a muchas cosas y de involucrarte cada día más”.

   “Hace falta gente con ganas de donar su tiempo y alimentos, ya sea para la merienda de los sábados o para colaborar con la cantidad de personas que dependen de la ayuda que da Cáritas en la capilla”.

   “Por eso -agregó- todo aquel que quiera acercarse a San Francisco Javier a dar una mano será más que bienvenido. Si alguien nos quiere ayudar con alimentos puede acercarlos al Colegio La Inmaculada (Beruti 379) o también a la capilla, la invitación al servicio es un poco a toda la sociedad, nosotros tenemos la suerte de estar en la escuela y poder convocar a los chicos para que descubran en el servicio a la sociedad un camino de vida y felicidad. Pero que lindo que mucha más gente se pueda involucrar, que el ejemplo de ellos los pueda motivar a chicos y grandes también”.

   Cerca de 30 animadores (voluntarios) son los que donan su sábado para ayudar a unos 50 chicos y también a algunos adultos que la soledad les ha venido robando de a poco las ganas de vivir.

   “Son gestos sencillos los que hacen estos chicos, pero cuando vos estás creciendo y más en esta época de adolescencia que les toca vivir, y donás una tarde para hacerle unos juegos a un nene, para envolver regalos para un festival o para ayudarlos con la tarea o simplemente, acompañarlos estás haciendo grandes aportes a la transformación del mundo. Y nos importa que ellos lo puedan descubrir así”.

Un camino de justicia

   María Victoria dice que en la vida de ellos, en la de la escuela y para los profesores, “ser testigos de los cambios actitudinales y el aprendizaje que logran, es verlos crecer por un camino de justicia que nos da mucho orgullo”.

   Conrado también habla de la responsabilidad que les generó este grupo de apoyo escolar. Pero no de una “responsabilidad civil”, sino de la que genera el cariño que se gesta entre los chicos y los voluntarios.

   “Aprendí a ser responsable de un amor, porque amar no es sólo recibir sino también dar. Con uno de los nenes a los que ayudo, se estableció una relación muy fraternal, sé que soy importante en su vida y es un compromiso que no puedo tomar a la ligera”.

   “Les cambiás la vida a ellos y ellos te la cambian a vos. Es recíproco. Hace poco Conrado hablaba de Daniela, una chica del grupo que le enseñó a leer a dos nenas, una de 8 y otra de 19 con retraso madurativo. Ahí todo fue a fuerza de constancia y amor”, completa Greta.

   Cuentan que enterarse que la adolescente de 19 años con problemas madurativos había leído en voz alta por primera vez en la escuela fue muy “movilizador” ya que descubrieron parte de una realidad que no siempre ven.

   “Ellos pudieron comprobar que no es tan sencillo ser papá cuando te faltan un montón de cosas, que no es tan fácil ser docente de una escuela del Estado y brindar una educación de calidad a todos los pibes por más que quieras. Que no se trata de señalar a la maestra que no le pudo enseñar a leer a esta chica, sino de acompañarla y preguntarle qué ejercicios podemos hacerle para potenciar lo que ella está haciendo en el colegio. Les hacemos bajar un escalón y ver la vida desde otro lugar. Para mí es maravilloso que ellos descubran en el servicio al otro la felicidad”.

   Convertidos un poco en “hermanos mayores” de estos chicos, los animadores de La Inmaculada lograron conocer otros trayectos de vida y establecer vínculos con personas que de otra manera, quizá no se hubieran cruzado nunca en sus vidas.

   “La tarea de los chicos no termina en el apoyo escolar, se brindan a todos los que los necesiten sin límite de edad. En Villa Delfina conocieron una vecina que sufría de mucha soledad y se convirtieron en sus acompañantes.

   La ayudan a gestionar trámites y cosas en Pami, a ir al médico, y ella los trata como de la familia. Por ahí nos vamos y ella se pone muy triste, pero lo lindo es que ellas descubrieron que una vez que lograron que María las quisiera, hoy son responsables de ese amor”.

   Los chicos aseguran que las personas que se cruzan en el barrio “no son destinatarios de una ayuda asistencial, son personas que ellos acompañan”.

   “Porque el cambio y la transformación social se dan acompañando la realidad del otro en lo que necesita. Hace años que la escuela les propone que hagan proyectos solidarios que parten siempre de estas pequeñas frases que sintetizan lo que la Orden de la Compañía de María les propone que es “tender la mano y mantener la llama”, destaca María Victoria.

   “Rosa Inés Tantignone, una docente de la escuela, me dijo un día ‘nosotros educamos en la fe para que esa fe fructifique en acciones de justicia’ y esa frase me quedó grabada. Cuando ellos están en apoyo escolar, están haciendo Justicia. Estamos muy orgullosos de estos chicos y queremos que toda la comunidad sepa del compromiso que ellos tienen”.

   La tarea de los alumnos del colegio se divide en partes. En los primero años de la secundaria hacen acciones que son más de asistir y de conseguir recursos materiales para instituciones, ya cuando estan en tercero y cuarto se autogestionan sus proyectos y hacen alguna actividad económica para solventar sus objetivos solidarios o se mueven para conseguirlos.

   “Siempre partiendo de una necesidad, no vamos a disfrazarnos de payaso o a hacer juegos a una institución cuyas carencias son otras”, agregó la docente.

   El proyecto de apoyo escolar nació el año pasado como una necesidad que le plantearon al padre Roberto Buckle, párroco por entonces de la parroquia Santa Teresita, las madres del ex barrio Villa Quilmes y Plan Federal.

   “Con los catequistas Federico Grandes, Juan Mastrángolo y la profesora de Matemática Liliana Paniagua presentamos un proyecto que fue aprobado enseguida y así comenzó esta aventura en el barrio. Contamos con el apoyo del padre Pasqualotto y de Nancy, una colaboradora del lugar que nos ayuda en todo y nos da múltiples ideas”.

   El grupo entiende que “la solidaridad se trata de asistir pero también de buscar la promoción humana”.

   “Para nosotros, la promoción humana -agrega María Victoria- es dar herramientas, vínculos que nos sostengan. Si yo tengo quien me de la mano cuando estoy mal esto me ayuda a mantenerme en pie y ser más digno. Si no tengo donde agarrarme siempre termino en el suelo no?”.

   La propuesta del Colegio de “construir la felicidad para todos” dio sus frutos y los chicos siguen brindando el ejemplo.

   Conrado dice que “ya no le hace feliz quedarse tirado todo el sábado mirando Netflix”.

   “Mi tiempo libre no concibo pasarlo de otra manera que no sea en el barrio”, concluyó.

Según el director, “la fe se demuestra en obras”

   Rolando Bruni, director del Colegio La Inmaculada aseguró que "la Institución está dedicada a la Educación en los tres niveles: Inicial, primaria y secundaria".

   "En nuestro ideario tratamos de que toda la comunidad experimente el encuentro con la persona de Jesús. Un encuentro que no sea solamente sacramental, sino también, descubriendo al Dios que se nos hace presente en aquellos que menos tienen".

   "Caminar juntos es nuestro objetivo principal promoviendo el voluntariado y la participación social de los jóvenes en la ayuda a los más necesitados, mediante un compromiso estable de servicio y con una mentalidad abierta que sea capaz de enseñar y aprender de los demás".

   "Por eso la importancia de que nuestros alumnos pasan por distintas experiencias solidarias que les permiten en primera instancia valorar lo que ellos tienen y por el otro lado conectarse con las carencias de los más desprotegidos, niños, ancianos, jóvenes, enfermos, etc. No olvidemos que el encuentro con el otro nos permite tener una visión directa del compromiso solidario en una sociedad individualista e indiferente.

   "Un compromiso concreto y visible de solidaridad son los distintos emprendimientos que nuestros jóvenes realizan en distintos lugares".

   "El apoyo escolar en Villa Delfina, la recreación con niños en los sectores más vulnerables. El Pequeño Cottolengo, Sánchez Elía, El merendero El Ángel de la Bicicleta, el Comedor Corazones Solidarios en Villa Nocito, Mamá Margarita, son muchos otros lugares donde la buena noticia se hace presente. En la ciudad también está el grupo "Inquietos" de San Francisco de Asís y los Pibes de Don Bosco que realizan similares tareas.