Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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“Sentí con alegría que volví a dar vida”

Gabriela Clara decidió ser donante de médula ósea. Le extrajeron sangre y años después Incucai le comunicó su compatibilidad con una santafesina de ocho años enferma de leucemia. Días atrás, a dos años del trasplante, pudieron conocerse.
“Sentí con alegría que volví a dar vida”. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

Cecilia Corradetti

Ccorradetti@lanueva.com

Gabriela Clara estuvo muy lejos de imaginar, cuando decidió ser donante de médula ósea, en 2008, que aquel acto de solidaridad iba a cambiarle la vida.

Impulsada por una campaña realizada por el Incucai, aceptó donar una muestra de sangre para que, alguna vez, un enfermo recibiera su médula.

Y las vueltas de la vida hicieron que pocos días atrás conociera a Agustina, una nena con leucemia, oriunda de Santa Fe, que vive gracias a ella.

“La gente de Incucai me contactó en 2015 porque había una niña que tenía compatibilidad genética conmigo en un 100%, algo que sucede en uno de cada una gran cantidad de habitantes”, relata.

“Habían pasado casi 10 años desde aquel día en que decidí donar, por lo tanto me reiteraban si, aún después de tanto tiempo, seguía en pie mi intención”, recuerda “Gaby”, de 42 años, niñera, ex-mucama de hospital y casada con un técnico en hemoterapia.

“Me crié en un ambiente hospitalario. Conozco el tema y sé de la gran necesidad de donar. Nunca dudé cuando me preguntaron”, rememora. Fue así que el 11 de noviembre de 2015 viajó a Buenos Aires exclusivamente para realizar la extracción en el Hospital Británico. Ese mismo día, en el Italiano, Agustina recibía la médula.

“Incucai se portó con tanta seriedad y profesionalismo que fue un placer ayudar. Cinco días antes me colocaron vacunas para generar células madre y todo se dio a la perfección”, evoca.

Para Gabriela, en ese mismo instante comenzó la incógnita sobre el estado de salud de la chiquita receptora.

--¿Cómo fueron los primeros contactos?

--Muy escuetos, a través de cartas y dibujos. Recibía estos mensajes a través del Incucai, pero cuando los datos por fin se liberaron pudimos escribirnos de manera directa.

--¿Sentía deseos de conocerla?

--Muchísimos. Como madre, me shockeó mucho que la receptora sea una niña. Me emocioné muchísimo cuando me enteré. Es algo que puede sucederle a cualquiera, a nosotros, a nuestros hijos, por eso debemos tomar conciencia de ser solidarios. Es un procedimiento mínimo, no invasivo y que no perjudica de ningún modo al donante. Pero, además, es tanta la satisfacción que uno recibe que aún siendo cruento lo haría de todos modos.

--¿Qué recuerda de las cartas de Agustina?

--La primera me decía, simplemente: “Gracias por salvarme la vida. Te quiero mucho, Dios te bendiga”. Yo no dejaba de llorar al leerla. Lloraba sola, con mi esposo, con mi hija... Después de haber sido madre, esa fue la sensación más maravillosa. Sentí que volví a dar vida, aunque de otro modo.

--¿Qué sucedió más tarde?

--La tecnología nos abrió puertas. Comenzamos a mandarnos mensajes por whatsapp, audios y hasta hablábamos por Skype. Previamente dialogué con los padres, les conté quién era y de los muchos deseos de seguir teniendo contacto con ellos. Me dejaron entrar en su vida y se mostraron tan o más conmovidos que yo.

--¿Cómo comenzó a gestarse el encuentro con Agustina?

--Nuevamente Incucai promovió un encuentro entre seis donantes y receptores en el marco de su aniversario, que se celebró el 17 de mayo. Me invitaron a viajar con un acompañante y permanecí dos días en un hotel, todo a cargo de ellos. En otro salón, cerca de allí, se hacía el acto con la presencia de todos. Fue muy emotivo.

--¿Cómo resume aquel momento?

--Inolvidable. Apenas llegamos, con mi hija, me enteré que “Agus” y su familia se alojaban en el piso superior. Estaba muy nerviosa y decidí llamar primero a Alejandro, el papá. No quería encontrarme con la nena en el evento, prefería “romper el hielo” antes. Primero conocí al padre, con quien nos abrazamos y me manifestó su eterno agradecimiento. Un ratito después golpeé la puerta de la habitación y allí estaba la nena.

--¿Qué sintió?

--Yo no dejaba de llorar. Le regalé una muñeca fabricada por mí, conversamos un rato y pude calmarme, porque hasta ese momento estaba impaciente por verla, por saber cómo estaba... la vi hermosa, canchera. El contacto con su madre fue aún mucho más emotivo. Solo nosotras las mamás podemos entenderlo.

Un abrazo inolvidable
“Es feliz y está estabilizada”

Hija de Adrián y Alejandra, Agustina tiene hoy 9 años y dos hermanos mayores. Se encuentra estabilizada, con valores parejos y normales.

“Va a la escuela, pero no puede tener asistencia perfecta, es un proceso largo. Algunos se recuperan más rápido, otros requieren más tiempo... No tiene secuelas y es una nena feliz, aunque se agota con facilidad”, la describe Gabriela.

Durante las horas que duró la estadía de ambas en Buenos Aires, casi no se despegaron: charlaron, almorzaron y desayunaron juntas.

“Incucai desarrolla un trabajo enorme y estas actividades estimulan a seguir en esa senda. Se hizo un hermoso reconocimiento a los donantes y luego se ofreció un lunch”, relató.

Para Gabriela, la falta de concientización limita las donaciones.

“No es que no seamos solidarios sino que no hay suficiente información”, advierte, para agregar que en Bahía Blanca el Hospital Municipal es la institución que recolecta células madre y tiene contacto permanente con Incucai.Nueve años después de haber donado médula, personal del Incucai se comunicó con Gabriela para comunicarle que se había hallado compatibilidad total con una niña enferma de leucemia.

“Acepté de inmediato y poco tiempo después viajé a Buenos Aires. Fue un procedimiento sencillo desarrollado en el Hospital Británico, aunque la previa consistió en estudios clínicos y de sangre con el fin de descartar enfermedades y, eventualmente, transmitírselas al receptor”, recuerda.

Gabriela fue conectada a una máquina. De una de sus venas se extraía sangre que ingresaba a un circuito cerrado y esterilizado que sirve para separar. La médula cae en una bolsa y el resto vuelve al otro brazo, también conectado a una vía.

“Yo solo pensaba en la satisfacción que significaba que me haya encontrado un alma gemela”, reflexiona.

Hoy, ya casi parte de la familia de Agustina, “Gaby” sigue atenta a su evolución.

“Estamos siempre en contacto y atentos. Esto me ha cambiado la vida. Le agradezco a mi esposo y a mi hija todo el apoyo recibido. Ellos lo vivieron a la par y se emocionaron tanto como yo con esta historia que Dios puso en nuestro camino”, reflexiona.